La Costa Atlántica argentina enfrenta un verano 2025 con perspectivas desalentadoras. Según datos preliminares de operadores turísticos, las reservas para enero han caído un 30% en comparación con el mismo mes de 2024. Aunque el tipo de cambio desfavorable para el turismo interno sigue siendo señalado como la principal causa, este argumento no explica por sí solo la baja afluencia. La verdadera cuestión es saber qué se hizo —o no— para atraer al turista argentino en un contexto económico adverso.
Precios poco competitivos, el gran desaliento pero no el único.
Un análisis de los costos en destinos tradicionales como Mar del Plata, Pinamar o Villa Gesell expone el problema. Las tarifas de los alojamientos, balnearios, pasajes, y sobre todo el gasto de comida día a día no hacen más que sumar realidades que ahuyentan.
Por su lado opciones similares en Brasil, como en Florianópolis, pueden costar alrededor de la mitad que en destinos nacionales, incluyendo pasajes, alojamiento y comidas. La percepción de calidad-precio inclina la balanza hacia destinos internacionales, especialmente para quienes buscan mayores comodidades o servicios.
Vale la pena tener en cuenta que los destinos más visitados del mundo no necesariamente son baratos, Londres, Paris, New York, Tokio, Mexico DF o similares no se caracterizan por ser precisamente baratos, sino todo lo contrario, pero su propuesta de valor es superior por lejos a lo que se cobra sea en la temporada que sea.
La ausencia de incentivos y estrategia
En años anteriores, programas como el extinto PreViaje lograron fomentar el turismo interno, pero en 2025 los turistas argentinos no cuentan con ningún tipo de incentivo que alivie los costos de viajar dentro del país.
Mientras provincias como Salta o Córdoba siguen apostando a festivales, promociones y paquetes familiares accesibles, los destinos costeros parecen haber dejado pasar la oportunidad de innovar. Tampoco se observan estrategias publicitarias fuertes que destaquen la singularidad de sus playas, actividades recreativas o su cercanía como ventaja competitiva frente a viajes al exterior, devolución de impuestos o similares de modo tal de atraer algún público que aún no haya definido nada para vacacionar.
Realmente no hay trabajo de fondo en muchos destinos, es imposible comprar paquetes en agencias para ir a la costa, a Entre Ríos o lo que sea.
Un cambio de rumbo necesario
El verano 2025 deja en evidencia que el turismo interno no puede depender únicamente del tipo de cambio, de su proximidad o del cariño histórico que muchas familias sienten por la Costa Atlántica. Con casi 8 millones de argentinos viajando al exterior en 2024 —según estadísticas de Migraciones—, queda claro que el atractivo paisajístico ya no es suficiente y que la propuesta de valor de muchos lugares no se ha aggiornado como corresponde.
El desafío ahora es diseñar un modelo de turismo interno que sea competitivo y accesible, donde el turista argentino sienta que su elección tiene un valor agregado. Si la temporada termina siendo floja, no será solo por el tipo de cambio, sino por la falta de acción y planificación frente a un escenario que ya se preveía. Puesto que si competimos por precio terminaremos vendiendo comodities.