El turismo rural ofrece estas perlas históricas, que a muchos buceadores de leyendas les encanta.
En las cercanías de Bragado, provincia de Buenos Aires sucedieron estos hechos que con el devenir de los tiempos se fueron transformando en una maldición que atrae a muchos visitantes al lugar.
A fines de 1800, un tal Máximo Fernández, recibe en calidad de dote de su suegro, una gran extensión de tierra y conforma un importante emprendimiento agrícola ganadero, fundando una estancia que en honor a su esposa la denomina “La Matilde”.
La empresa sufrió distintos altibajos, llegando a poseer 24.000 hs. y conformándose un importante núcleo industrial con la manufactura del producto de lo cosechado en las tierras, a tal punto de fundarse un pueblo de más de 1.000 personas, siendo sus habitantes los empleados de ese emprendimiento.
En 1914 se construye una escuela y una capilla con reminiscencias neogóticas a quien bautizaron con el nombre de Capilla del Sagrado Corazón. El emprendimiento sufrió distintos vaivenes económicos y cambió tres veces de dueño, siendo su último propietario el Ing. Salaberry, inventor del analgésico “Geniol” quien encargó al paisajista Carlos Thays un suntuoso parque, con zoológico incluido y rebautiza a la estancia con el nombre de “Montelen”.
Como anécdota se comenta que en ese zoológico una vez se escapó un león y mató a una niña hija del capataz. Nuevamente la empresa cae en un tobogán, esta vez sin salida y termina quebrando y en manos de sus acreedores.
En el año 1974 se abate sobre el lugar un violento tornado destruyendo la escuela y la Capilla de la estancia. Actualmente el predio se encuentra abandonado inclusive con muebles en su interior y ganado por la vegetación.
Para llegar hasta los restos de la iglesia hay que atravesar un tupido bosque que invade su interior y su entorno. Sobre el lugar se han tejido innumerables historias de maldiciones y apariciones nocturnas donde dicen que suelen escucharse los llantos de la niña.
Tambien cuentan los lugareños que en noches de tormenta aparecen entre los restos de la capilla los espíritus de quienes fueran trabajadores de la estancia. Yo por supuesto que quien relata éstas lineas, no cree en esas cosas, pero por las dudas las fotos las sacó de día.
Por Alberto Andrés.
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