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El Volcán Lanín, para que todos lo disfruten

Comenzó la época de  ascensos al Volcán Lanín, uno de los iconos montañosos más importante de la Argentina. El parque nacional lleva su nombre, para honrar lo magnifico que es, con su cima siempre blanca.

También se lo ve desde la ciudad más cercana, Junín de los Andes, a unos 60 kilómetros, por encima de bosques de pehuenes y cerros en cuyo verde resaltan el rojo y el amarillo de los notros y las jarillas en flor en esta época primaveral, por donde bajan correntosos ríos y arroyos de deshielo que alimentan los grandes lagos de la zona.

Su cima, a 3.776 metros de altura, es una tentación para turista de aventuras  y residentes. Para poder subirlo sólo exigen un buen estado físico o entrenamiento como para cargar una mochila de unos 15 kilogramos durante dos jornadas y trekking de hasta 13 horas en un día.

La travesia es de dificultad técnica baja o media, pero exigente desde el punto de vista físico, por lo que los expertos la recomiendan sólo para gente con buen estado físico o entrenamiento específico para este tipo de actividades.

Todo comienza en el paso Tromen, donde se hace el rápido trámite de registro en la oficina de Parques Nacionales, que habilita la escalada. Luego se toma  una huella vehicular, que sale detrás del edificio de Gendarmería transitando por un bosque de lengas, permite ahorrar unos cuarenta minutos de caminata hasta la base propiamente dicha.

Una vez en ella, se comienza a caminar hacia la denominada Espina de Pescado, una morena glaciaria que forma como una costilla, elevándose hasta los 2450 metros de altura, donde se encuentra el refugio del RIM (Regimiento de Infantería de Montaña) con capacidad para una docena de personas.

Pronto se ven también pequeños los lagos argentinos y chilenos, como Tromen, Quillen, Huechulafquen, Epulafquen y Paimun, además de la ruta provincial 60 que en Chile es la ruta nacional 199.

El primer día se cena temprano y se duerme desde las 19, para poder levantarse entre las 2 ó 3 y retomar la caminata rumbo a la cima, aún de noche.

A partir de los 2.600 metros hay hielo y es necesario calzarse los grampones, en tanto se pueden registrar nevadas más arriba según el clima del día, que suele ser cambiante en la altura.

La última jornada, los tramos a caminar son más extensos y se comienza en la oscuridad, pero al llegar a los 3.000 metros los valientes montañistas son encandilados por el sol naciente, en un amanecer magico.

El momento de pisar la cima es mágico. A lo lejos, todo el denominado Cordón de Fuego del Pacífico engarza una vista inolvidable de todos los volcanes de la región.

Debajo, los espejos de agua se empequeñecen, y la Naturaleza toda aparece en su máximo esplendor. Una privilegiada vista panorámica de 360º los dejara sin palabras. Luego de las infaltables fotos que retraten ese único momento, será el momento de emprender el regreso.

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