Hablar con los dueños de empresas y patronales turísticas españolas esta semana se ha convertido en algo parecido a lanzar un pequeño objeto sin mucha fuerza por una ventana.
Al principio avanza horizontalmente, sí, pero enseguida la fuerza de la gravedad hace su trabajo y el objeto cae a plomo. Al comienzo de la semana, las perspectivas eran sombrías.
En cuanto Madrid y otras zonas declararon el lunes la suspensión de las clases, el panorama se tornó gris oscuro. Ahora, después de la declaración del estado de alarma, posibilidad que no contemplaban la mayoría de los expertos consultados y que no incluyeron en sus comentarios, se puede decir que el turismo en España ha frenado en seco, se ha paralizado. Tras siete años seguidos de récords turísticos, hoy por hoy no hay turismo.
“Es un cataclismo, la circunstancia de más impacto en el sector turístico de los últimos 60 años, tanto en profundidad como en velocidad”, resume, consternado, José Luis Zoreda, vicepresidente del lobby turístico Exceltur, que engloba a empresas hoteleras, de alquiler de coches, aerolíneas y otras relacionadas con el turismo.
Se teme por miles de empresas y de puestos de trabajo. Zoreda no tenía en mente el estado de alarma, pero ya rumiaba que España podía seguir el camino de Italia. “Y allí el turismo está muerto”, señalaba. En Exceltur, en el mejor escenario, con una recuperación de la actividad antes del verano, las pérdidas podrían ir a 15.800 millones. En el peor, afectando al verano, la cifra se iría hasta los 56.000, un tercio de los 158.000 millones en que calcula el monto del PIB turístico.
En una encuesta interna, Exceltur consultó a 1.250 empresas de diversos subsectores con 2.400 unidades de negocio. El jueves, los asociados calculaban una caída del negocio del 46% en términos generales. El día anterior se preveía un recorte del 27%. Por sectores, el más afectado era el hotelero, sobre todo en el segmento de eventos y congresos. Ramón Estalella, secretario general de la Confederación Española de Hoteles y Alojamientos Turísticos, fue más allá: “Las recomendaciones de no viajar —antes del estado de alarma— hacen que se paralice la cadena de producción. Se han paralizado los viajes”. La patronal hotelera madrileña hablaba el miércoles de ocupaciones del 15%, frente al 70% de hace un año.
Pero no hay sector que se salve. El jueves, la Asociación de Líneas Aéreas (ALA) anunció que 4.400 vuelos cancelados en la primera quincena de marzo. Fuentes de Aena indicaron que el miércoles solo salieron de España hacia Italia seis vuelos de 83 programados (cuatro cargueros, el charter del Atalanta, tras el partido que le enfrentó contra el Valencia, y uno a Etiopía con escala en Roma).
Y esos datos no incluían el veto de EE UU a los aviones procedentes de Europa ni la declaración del estado de alarma. Tampoco los incluía el cálculo que hacía días atrás la Asociación del Transporte Aéreo Internacional (IATA), que cifró en más de 100.000 millones el impacto económico sobre las aerolíneas. De poco sirve la flexibilización de las cancelaciones hasta el último momento si nadie tiene intención de viajar.
Renfe mantiene los trenes operando, pero con un descenso de viajeros: el viernes, del 20% en cercanías y del 10% en larga distancia, según informaron fuentes de la empresa, que señalan que adaptarán la oferta a la demanda. Es decir, terminarán por reducir el tamaño de los trenes o su capacidad. En el alquiler de coches, la situación es también “dramática”, explica José Luis Sanz, director corporativo de Aneval.
Las agencias de viaje, además de dejar de recibir clientes, se ven en la tesitura en muchos casos de tener que intermediar con sus proveedores una vez que un cliente cancela. Si el proveedor no quiere devolver el dinero, tienen un problema. “La situación es muy extrema”, reconoce Carlos Garrido, presidente de la Confederación de Agencias de Viaje (CEAV). Teme sobre todo por la Semana Santa, pero no esconde que el verano está ya en peligro.
Reacción tardía
Tras el anuncio del estado de alarma, Martí Sarrate, presidente de la Asociación de Agencias Especializadas (Acave), se pregunta cómo van a sobrevivir las empresas. “Se ha tardado mucho en reaccionar”, lamenta, y carga contra el primer paquete de ayudas a las empresas turísticas aprobadas el jueves por el Gobierno. “Es patético: 400 millones... ¡Pero si para Thomas Cook fueron 600!”, exclama. Y reclama ayudas mucho más contundentes. “Si no, miles de empresas cerrarán y miles de empleos se perderán”.
También en Exceltur consideran claramente insuficientes las ayudas anunciadas por Pedro Sánchez el jueves. “Si en España, según el INE, hay unas 20.000 empresas turísticas, imagínate a cuánto tocan”, afirmó Zoreda. Las distintas compañías y asociaciones consultadas piden una cosa por encima de todo: liquidez; aplazar todos los pagos de impuestos y cotizaciones sociales y líneas de financiación. “Si los ingresos están congelados, que se congelen los gastos”, resume Estalella. También reclaman medidas laborales, sobre todo una, la posibilidad de llevar a cabo ERTE rápidos. “Casi inmediatos, para periodos de 15 días”, apunta Emilio Gallego, secretario de Hostelería de España. Añaden flexibilidad en los contratos, para poder aplazar pagos a proveedores.
Y cruzan los dedos para que la crisis sea lo más corta posible, para que la actividad pueda rebotar en verano. “Nos recuperaremos, la clave es cuándo. Con el SARS, el rebote fue en forma de V”, recuerda Zoreda. “Vamos a luchar, pero sin ayudas, muchos vamos a cerrar”, zanja Sarrate.