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Con el sabor del tradicional Centro Histórico del DF: “Cantina Salón España”

Hay tanto que decir de las cantinas del Centro Histórico de la Ciudad de México, de sus aromas, colores, sonidos, sabores y sobre todo su gente… pero siempre vienen a la mente los recuerdos de “El Nivel”, sin lugar a dudas, la cantina más popular, en su momento del defectuoso, cerrada después de 156 años de existencia por resquicios legales que no vale la pena ampliar. Ahí departíamos entre risas, llantos, expresiones distintas, otras lenguas y otros colores de piel, una deliciosa botana y una espumosa y helada cerveza, al lado de ambulantes, escritores, colonos, artistas, burócratas, académicos, activistas, periodistas y turistas…

 

Si pensamos un poco en la “Vieja ciudad de hierro” como la llamó el gran Rockdrigo González, las cantinas son un oasis entre tantas calles y personas, un espacio que nos transporta a otro mundo, lejos del bullicio y el ruido de la gran metrópoli, uno más tranquilo, de buena charla y relajación colectiva. Son un respiro del caótico entorno de la gran ciudad, una tregua al tráfico y ajetreo citadino.

 

Evidentemente, la visita al Centro Histórico, tiene que incluir una primera parada en la zona arqueológica del Templo Mayor y saliendo de ahí, cuando el hambre y la sed invaden los cuerpos de los turistas, no hay como recurrir a uno de estos santuarios de la convivencia.

 

La cantina Salón España, se encuentra apenas a unos cuantos metros del Templo Mayor y representa otro Templo, el del consumo responsable del elixir del saber: el tequila, el ron, el mezcal y la cerveza.

 

El breve trayecto para llegar a nuestro destino, nos muestra un rostro diferente al que todo chilango está acostumbrado a ver de la Catedral de la CDMX, El ala derecha del recinto sagrado, se revisa con poco detenimiento, ya que es un espacio en el que casi siempre hay gente caminando con prisa y sin tiempo, sin embargo es un espacio que de hermosas obras de arte al aire libre, en particular una estatua de un sacerdote de tamaño natural que hechiza a la mirada de cualquiera.

 

Pero hay que seguir hasta la calle de República de Argentina esquina con Luis González Obregón, donde se encuentra el Salón España, que es un portal al pasado, a principios de siglo para ser más precisos, con una decoración amaderada, hace pensar que todo cuanto se encuentra en el recinto, tiene decenas de años de existencia.

 

Desde que uno ingresa, los aromas a tequila, cerveza o comida, bombardean los sentidos de los parroquianos y cuando nos sentamos, como por arte de magia llega el mesero, vestido de blanco con negro a ofrecernos algo para paladear:

-       ¿Una cervecita para empezar?

 

Por el calor, no me interesa más que pedir una cerveza oscura.

-       “Una Vicky por favor”

 

Le digo al amable mesero, que sin pensarlo me invita a degustar alguna de las botanas del día y encantado acepto un platito de lentejas bien calientito… digo, para atemperar mi organismo.

 

El resto de los amigos de la mesa piden unas ‘laguer’ para no desentonar con la bebida y la mesa se llena de platillos para todos: tostadas de calamar, filete miñón, mis lentejas y unas rajas con crema que se ven deliciosas, quizá más tarde pida eso para seguir comiendo, aunque todavía estoy impactado con el tamaño del chamorro que nos viene a ofrecer y que seguro nadie dejará para otra ocasión.

 

La comida, así de variada y en abundancia, me satura. Mejor un tequilita para que no haga daño, tanto picante al estómago… bueno, eso decía una tía, que el tequila ayudaba a la digestión, así que es una buena opción, un Espolón Reposado con su respectiva sangrita.

 

De manera inesperada se tararea El Triste. Se trata de un músico cantinero, esos personajes que navegan de cantina en cantina, guitarra en mano para complacer a los parroquianos con sus mediodías favoritas a cambio de la módica cantidad de “30 pesos por pieza o 4 canciones por 100”.

 

El edificio colonial permite recrearse la pupila al salir. Que ganas de tener un departamento así (con todo y cantina), en un lugar tan especial como el Centro Histórico de la Ciudad de México, pero eso es solo un sueño mezclado con ron y enfriado con unos cubitos de hielo. Por el momento ¡Salud! Que nos han regalado la ronda de la casa.

 

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