En Buenos Aires, en pleno barrio de Monserrat una esquina vuelve a ser noticia cada año, Plaza Mayor junta cola para comprar el que dicen es el mejor pan dulce.
Vecinos de toda la ciudad comienzan a formar las filas para conseguir el suyo. Y al igual que en otros grandes eventos sociales existen los "coleros", que compran por encargo y por decenas. Algunos para revender y otros, para las empresas que los regalan como presente de fin de año.
Desde la semana pasada, y aún hoy, la cola tiene algo más de media cuadra. En los próximos días, comenzará a incrementarse. Y cuanto más cerca esté la Navidad, entonces la fila puede llegar a tener dos cuadras: unas dos horas de espera. ¿Vale la pena? ¡Vale la pena! Al menos para los vecinos que año a año se acercan hasta Plaza Mayor.
A estas alturas, y después de más de 30 años, la familia Yahbes propietaria del local tiene muy organizada la dinámica para atender al aluvión de clientes en los días previos a la Navidad.
Aunque según indican los dueños cada año vuelven a sorprenderse, por la gente, las ventas y por supuesto los miles de comentarios y anécdotas que los compradores le comentan a los dueños.
Que el pan dulce es la cábala para el año entrante, que es un amuleto de la buena suerte, que hace miles de años lo compran, que ya no se consiguen como este, que no les puede faltar en la mesa, etc, etc.
Un sin fin de anécdotas que no hacen más que enorgullecer a los propietarios, quienes por supuesto jamás revelaran detalles de la receta secreta que ayuda a acrecentar el mito, lo que sí se sabe es que lleva "Frutos secos, nueces, avellanas, castañas de cajú y almendras. Además, frutas abrillantadas, cerezas e higos. Harina, polvos, levadura -en un punto justo para que quede más bajito que los de otras casas- y básicamente, manteca", cuenta, pero sin dar medidas. En la pastelería se sabe que la calidad de los ingredientes es importante, pero las medidas lo son todo.
Y que pese a los aumentos de precio año tras año ellos no han disminuido la calidad en nada e incluso han decidido absorber muchos de los aumentos para no trasladar el total al cliente.
La historia, cuenta que todo se debe a una casualidad. En la década del 80 su papá, Ricardo, quería promocionar la sidra tirada, servirla como una gentileza al final de la comida. Entonces se le ocurrió acompañar la sidra con "algo". Y ese "algo" fue el pan dulce que cocinaba su madre, doña Tita Marcone. Finalmente la creación de Tita le ganó a la sidra. Los comensales empezaron a pedirlo y así nació la producción y venta masiva. Hoy el pan dulce es la bandera de Plaza Mayor.