
Hay viajes que no necesitan pasaporte ni grandes distancias. Basta con cruzar el río para llegar a un lugar donde el tiempo se detiene, la historia cobra voz propia y la música flota en el aire. Así es Colonia del Sacramento, una ciudad que invita a ser descubierta una y otra vez, y que en esta Semana Santa volvió a confirmarse como una escapada ideal para los argentinos.
El encanto comienza en el viaje mismo: apenas 50 minutos de navegación desde Buenos Aires separan al visitante de un mundo diferente. Declarada Patrimonio Mundial por la UNESCO, Colonia combina calles empedradas, fachadas floridas, gastronomía con identidad y una agenda cultural vibrante. Y lo mejor: esa magia está disponible todo el año.
Mi excusa fue asistir a dos conciertos gratuitos —Los Nocheros y Jorge Nasser—, pero la experiencia fue mucho más que musical. En el Domingo de Ramos, la plaza frente a la Basílica del Santísimo Sacramento se llenó de vida. Niños jugando, turistas sacando fotos y una atmósfera de calma festiva difícil de describir. Una joven estudiante de Jazz de la UTEC de Mercedes convirtió la plaza en un escenario a cielo abierto, regalándonos versiones suaves, entre bossa nova y jazz contemporáneo, que podrían haber sonado en cualquier club de Río o Nueva York.
El sábado, la ciudad fue una celebración completa: food trucks, terrazas colmadas, heladerías artesanales, y hasta un pequeño circo en pleno casco histórico. Esa noche, Jorge Nasser emocionó con su repertorio de milongas, candombes y canciones con alma. El domingo, Los Nocheros hicieron vibrar la rambla con sus clásicos románticos, en un espectáculo que reunió a generaciones. La presentación de Los Nocheros, que hicieron vibrar la rambla de Colonia del Sacramento en un concierto gratuito y multitudinario. Con su inconfundible estilo de folklore romántico, el grupo salteño repasó clásicos como "La yapa", "No saber de ti", "Entre la tierra y el cielo" y "Roja boca", generando una conexión instantánea con el público, que coreó cada letra con emoción. La armonía de sus voces —Mario Teruel, Rubén Ehizaguirre, Kike Teruel y Álvaro Teruel— envolvió la noche en una atmósfera cálida y festiva, convirtiendo la velada en una celebración compartida bajo las estrellas. Colonia los recibió con ovación, y ellos devolvieron con música y gratitud, como si cantaran en casa.
Pero el gran impacto llegó en el Real de San Carlos. Andrés Calamaro, con entradas agotadas, ofreció un show memorable en un escenario con historia. Era inevitable recordar cómo, hace más de un siglo, Nicolás Mihanovich ya promocionaba Colonia como un paraíso frente al Plata. Esa visión sigue viva en cada rincón de la ciudad.
Nuestro alojamiento fue una casa de campo entre lavandas, canto de pájaros y cielos abiertos. Allí descubrimos la otra Colonia: la de los amaneceres lentos, los paseos sin destino y las charlas que se estiran con el mate en mano. Es la Colonia que invita a quedarse, aunque sea por unas horas.
Uno de los momentos más conmovedores lo protagonizó el Coro Municipal de Colonia, dirigido por Fernando Maddalena Balbi, que interpretó un repertorio sacro y popular en la Basílica del Santísimo Sacramento. Fundado en 1975 y con una trayectoria que celebrará su 50° aniversario en 2025, este elenco coral dejó una huella profunda en el corazón del público. Hoy abre sus puertas a nuevas voces, con presentaciones previstas a nivel nacional e internacional.
La agenda de actividades, organizada por la Intendencia de Colonia, abarca teatro, exposiciones, ciclismo, propuestas para niños y una cartelera que no tiene descanso. Y según el intendente Carlos Moreira, más del 90 % de la capacidad hotelera se vio colmada, con fuerte presencia de turistas argentinos y brasileños. No es casualidad: Colonia ofrece historia viva, vinos locales, quesos artesanales, cinco puertos deportivos, gastronomía de nivel y esa mezcla justa entre lo sencillo y lo sofisticado.
Además, con más de dos millones de personas cruzando cada año por el puerto de pasajeros —el más importante del Uruguay—, Colonia se consolida como la puerta de entrada al país y una joya cercana para los argentinos que buscan desconectar sin irse lejos.
Colonia no necesita temporada. Tiene esa calidez de pueblo con alma cosmopolita que siempre espera con los brazos abiertos. Y cuando uno regresa a casa, algo de ella se viene pegado a la piel.