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Barcelona o el arte de hacer turismo

Considerada por muchos argentinos como “La Buenos Aires con mar” es fácil andar por sus calles y respirar a Gaudí y a Calatrava o sentirse en el medioevo y esperar que aparezca algún bufón camuflado en ropas flamencas…

En una mixtura casi perfecta entre el pasado y el presente, Barcelona se abre al turista para ofrecerle sus secretos no tan bien guardados.  De esta ciudad uno no se va sin sentir que algo también se deja.

La primera recomendación que puedo hacerles es no desesperarse por Gaudí. Él es omnipresente aquí y si se pretende conocerlo todo en una sola bocanada de aire, tal vez quedará mareado –o como me pasó a mí- desilusionado por la repetición. Y este gran artista no se merece eso, así que, a tomarlo con calma. Es por ello que voy a llevarlos en un viaje de tres días por Barca… Al fin y al cabo, somos pocos los que podemos estar más tiempo en una ciudad europea.

Antes de zambullirnos en este espacio del Mediterráneo, algunos tips de viaje. Ya sea de noche o de día, siempre verán a alguien disfrazado. No me refiero solamente a las maravillosas estatuas vivientes –verdaderas producciones que tienen un lugar asegurado en la memoria de nuestra cámara fotográfica- de la Rambla. Barcelona, parece, es Las Vegas de Europa. Allí se llevan a cabo sin fin de despedidas de solteros de todos los confines del viejo continente y son bien llamativas. Me crucé con un grupo de británicas disfrazadas de hadas madrinas y en Parc Güell vi como un Superman buscaba a su Mujer Maravilla con los ojos vendados. Están por todos lados y siempre logran arrancar una sonrisa.

La Rambla. Esto puede jugarnos una triquiñuela. Llegamos ansiosos por ir a caminar al mar pero… La Rambla de Barcelona es una especie de calle Florida, pero más interesante. Es cierto que desemboca en el mar pero no es un paseo a su lado. En ella pueden comprarse entradas a sitios turísticos en los puntos oficiales, cada día hay un descuento distinto para alguna atracción. Si buscan un souvenir, solamente alejarse una cuadra de esta peatonal asegura un descuento, mínimo del 15%, más la opción de discutir los precios.

Ahora sí, a caminar…

Día uno:

El legado gótico de la ciudad es un impresionante tramado de callejuelas y plazas.  Recorriendo este laberinto, encontraremos restos del templo romano de Augusto, los palacios del Ayuntamiento y de la Generalitat, la Catedral y otras iglesias góticas. En la plaza del Rey están las dependencias reales de la corona catalana-aragonesa y bajotierra se puede hacer un recorrido por los restos arqueológicos de la época romana. Como si la combinación de períodos no fuera suficiente, también está la iglesia barroca de la plaza Sant Felip Neri. Para hacer una pequeña parada, se puede visitar “El bar de las hadas” un reducto que transporta al medio de un bosque de cuento –tiene árboles en su interior y la iluminación es tenue.

Salimos de aquí camino a las primeras obras de Gaudí. A través del Paseo de Gracia se llega a la Casa Batlló y, dos cuadras más adelante, a La Pedrera. Si bien les conté que a este artista hay que conocerlo de a poco, él se deja espiar. Desde cualquiera de sus obras se divisa perfectamente La Sagrada Familia, eternamente en construcción.

Casa Batlló es, acaso, la obra más atrevida del arquitecto. Es un viaje al mundo submarino en medio del concreto que data de principios del Siglo XX. Cerámica vidriada, fragmentos en quebradizo de vidrios de colores generan flores y nenúfares que juegan constantemente con la luz del sol. Alquilen aquí el recorrido guiado y presten atención a él. Hay detalles que asombran por lo que significaron en su época.

La Pedrera es el punto cúlmine de la carrera de Antonio Gaudí. Es un edificio modernista, funcional inspirado por la naturaleza y las formas orgánicas. Aquí también se hace presente el mar y sus oleajes y ello se aprecia en la fachada donde los hierros forjados que sirven de reja asemejan a algas marinas. Es imposible pasar por este patrimonio de la Humanidad de la Unesco, sin ascender hasta su imponente terraza. Son escalones que valen verdaderamente la pena subir porque sus chimeneas recuerdan las siluetas de guerreros entre las dunas del desierto. (Consejo: miren entre las arcadas que se forman, por allí aparece La Sagrada Familia)

Luego de este viaje submarino, nos montamos al Tranvía Blau –línea que data de 1901- para llegar a Tibidabo, el punto más alto de la ciudad. La iglesia del Sagrado Corazón y la Torre de Collserola se llevan perfecto con el parque de diversiones que se creó en la cima de esta montaña. Si no se padece de vértigo les recomiendo subir al mirador de la torre de telecomunicaciones, a 560 metros de altura. Barcelona se rendirá a sus pies.

Antes de descender, pueden dar el día por finalizado con una cena vistas a la ciudad iluminada.

Día dos:

Alguien decidió llamar a esta montaña, Montjuïc, es decir, monte mágico. Y lo bien que hizo! Centro de múltiples disciplinas deportivas –legado de las olimpíadas de 1982, este espacio es mucho más que un corredor para maratonistas. Lleguemos en funicular, metro o en bus, lo primero que muestra de sí es el Museo Nacional de Arte de Catalunya, que invita a descubrir miles de años de arte regional. Subiendo su camino serpentino asoma el Museo Miró, ese niño grande eterno, el de arqueología y el etnológico. La fuente mágica o Poble Espanyol es el epicentro de la ciudad de los artesanos, otro de los sitios de interés para no perderse en la visita a la ciudad.

La magia la trasladamos a Barceloneta, el barrio más novel de Barcelona ya que las primeras casas se construyeron en 1754. Una vista de 360 se puede observar desde el Mirador de Colom. La figura de Cristóbal Colón se erigió de cuerpo entero en el puerto que usó al regresar de Las Américas y data de 1888. Un ascensor nos lleva hasta la cima y a vista de pájaro aparecen el barrio gótico, la catedral, la rambla, el puerto olímpico, el foro, Montjuïc y Collserola.

Caminamos por la vera del mar y en cualquiera, o todos!!!, de los bares podemos hacer una parada gastronómica de pescados. En esta zona hay mucho por ver. Está el aquarium, un antiguo faro que data de 1777 frente al cine 3D más moderno de toda la ciudad. El paseo es atractivo y estar al lado del mar, siempre renueva. Al final de la explanada se encuentra la villa olímpica y la torre Agbar, que en 2004 fue considerada el mejor rascacielos del mundo.

La dosis de Gaudí del día será la Sagrada Familia… El artista continuo el proyecto iniciado por Francesc de Puala Villar, que comenzó con un estilo neogótico, en 1882. Es el máximo exponente de la arquitectura modernista catalana. Los últimos 15 años de la vida del arquitecto fueron dedicados a esta obra, más aún hoy, continua sin concluirse su construcción. Cuando esté finalizado, dispondrá de 18 torres, hoy tiene cuatro y actualmente se están terminando los portales del Nacimiento y de la Pasión. España incluyó al templo entre los 12 tesoros del país.

 

DÍA 3

La rambla es una pasarela de 1.200 metros que nació con la modernidad. Hoy en día se conservan los edificios del Teatro Liceo, justo al lado del mosaico de azulejos de Miró, el Palacio de la Virreina y el Mercado de la Boquería. Seguramente su hotel le ofrezca un desayuno, pero no puede irse de Barcelona sin pasar por este Mercado que data del Siglo XIII. Es el mayor de España y sus vendedores son de tercera y cuarta generación. La oferta comercial es muy variada: pescados y mariscos frescos, secos y en conservas, verdulerías, panaderías. Todos productos frescos y sabrosos.

 

Lo más llamativo de esta peatonal es la oferta generalizada de cosas para la venta. Y por qué logró retener mi atención? Porque he visto desde suricatas hasta loros, tortugas y gatos, junto a flores y periódicos. Los artistas callejeros dominan la escena y el turista puede irse con una caricatura de sí mismo o una foto junto a un hombre de hojalata.

Si su estadía en Barcelona le ha demandado mucha actividad física, por las caminatas, digo, le recomiendo dejar para el final a Parc Güell. Esta fue la residencia privada del mecenas de Gaudí, el Conde Güell. Este encargo le llegó al arquitecto antes que fuese conocido y une una suntuosidad de tintes medievales con la extravagancia única que lo caracterizó. Explosiones de color, formas retorcidas, grandes arcadas asoman luego de ascender por las escaleras mecánicas que fueron instaladas en plena calle desde la salida del Metro.

Si estando ahí, se encuentra extrañando algo de Buenos Aires, con suerte le pase lo que a mí y halle a una madre argentina visitando a su hija, con mate en mano, dispuestas a compartir la ronda.

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