La solidaridad y el turismo son dos conceptos que van de la mano. La solidaridad se la plantea como un valor, un principio moral o una cualidad intrínseca de las personas que es necesario potenciar. Y el turismo, se convierte en una actividad placentera que, al llevarla a cabo, no solo brinda placer a quien la realiza, sino también promueve el entendimiento entre las sociedades y posibilita crear sentimientos de pertenencia a través de las relaciones interpersonales, ya que como seres humanos que somos, nos distinguimos por la capacidad de pensar, comunicarnos y aprender de ese intercambio de culturas.
Para el responsable de medios de comunicación de la Organización Mundial del Turismo (OMT), Marcelo Rosi, "el turismo solidario es la forma en la que el visitante no se preocupa sólo de su propio interés, sino que tienen en cuenta los efectos económicos, sociales, ambientales y culturales de su visita en la comunidad".
Entonces, ¿se animarían a redoblar la apuesta y llevar su emoción al extremo?
¿Alguna vez han imaginado poder realizar una experiencia que vaya más allá del ocio? O mejor dicho, ¿han imaginado poder “dejar su huella en el mundo”?
El hecho de que se lo imaginen ya es un gran paso, y tengo una buena noticia, ¡es posible!
AIESEC es una organización liderada por jóvenes, la más grande del mundo, que invita cada vez a más jóvenes de entre 18 a 30 años a que se animen a transformar sus valores en acciones, haciendo la diferencia en diversas regiones del mundo.
En AIESEC se cree en el liderazgo como la solución fundamental para los problemas del mundo y confía en la juventud para liderar ese cambio. A través de intercambios, proporciona oportunidades para que los jóvenes puedan explorar su potencial en ambientes desafiantes y multiculturales.
Pero además de los beneficios que reciben los habitantes de los lugares visitados y los entornos en general, esta experiencia multicultural supone otras ventajas para los jóvenes que lo realizan, ya que adquieren mayor consciencia de las necesidades y dificultades que atraviesan los habitantes de otros países, experimentan situaciones que salen de su cotidianeidad y adquieren una mirada más amplia de la realidad. No es extraño que muchos de los jóvenes intercambistas regresen a su lugar de residencia con nuevas ideas para influir positivamente en su propio entorno.
Ahora quiero contarles la experiencia de Victoria Gabarrón, quien realizó su intercambio en el verano de 2020 en João Pessoa, Brasil. Ella eligió un proyecto de educación en el que trabajaba con niños y adolescentes de 3 a 16 años.
“Creo que no podría describir tantas cosas que cambiaron en mi gracias a mi intercambio como voluntaria. Además de sentirme extremadamente útil en esta vida, cambió lo más profundo de mi interior. Me demostró cosas increíbles, cosas que daba por sentado y me ayudo a valorar aun lo que no tengo, pero podría tener a mi alcance. Me enseñó y demostró mucho más de lo que yo pude entregar humildemente en mis 6 semanas como voluntaria. Hoy soy otra Victoria, una Victoria que sabe lo que quiere y a donde aspira a llegar, mi crecimiento personal fue GIGANTE, y todo lo debo a esta magnífica experiencia con AIESEC”
Y entonces, ¿por qué es importante dejar algo? ¿por qué ser conscientes de lo que podemos provocar? Porque siendo conscientes de eso podemos cambiar y ayudar a muchas personas como también a nosotros mismos.
Podemos contribuir a muchas causas y desde varios lugares, pero la real ayuda es, cuando empezamos a ser conscientes que con una simple acción estamos provocando algo positivo al otro, y esa acción también nos alienta a construir un propósito de vida
Si miramos a nuestro alrededor y nos preguntamos ¿Cuántas personas tienen un propósito? Seguramente las contamos con los dedos. Tener un propósito no es una tarea sencilla, tener una causa por la cual levantarse todos los días, es un trabajo que lleva tiempo y que se va transformando día a día al correr de nuestras experiencias.
Y ahora, pueden hacerse estas preguntas ¿Que me gusta hacer? ¿Qué es lo que me apasiona? ¿En qué o a quien puedo ayudar o contribuir con eso? ¿Qué huella quiero dejar en el mundo? Responder a esas preguntas puede ayudarnos a encontrar ese motor que nos lleva a sentirnos realizados como personas.
Con esto los invito a reinventarse, a desarrollar su autoconocimiento y descubrir su propósito a través de esta experiencia. En definitiva, ya no hay excusa para no ser voluntarios globales, ya que solo se requiere una cosa, querer aportar nuestro granito de arena para mejorar el mundo que nos rodea, y haciendo lo que más nos gusta, ¡viajar!