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No es el tipo de cambio: el turismo argentino no es competitivo

Mientras algunos insisten en explicar la caída del turismo receptivo por la falta de un tipo de cambio más “atractivo”, los datos demuestran que el problema es más profundo: el turismo argentino ha dejado de ser competitivo

Lic. Leandro Peres Lerea

Por Lic. Leandro Peres Lerea

Mientras algunos insisten en explicar la caída del turismo receptivo por la falta de un tipo de cambio más “atractivo”, los datos demuestran que el problema es más profundo: el turismo argentino ha dejado de ser competitivo en el mercado internacional. Junio lo dejó claro, pero no es un fenómeno nuevo.

En ese mes ingresaron poco más de 540 mil turistas extranjeros y salieron más de 1,2 millones de argentinos al exterior. La balanza es negativa no solo en cantidad de viajeros, sino también en dólares: 1.401 millones de egresos frente a 534 millones de ingresos. Y no, no se trata solo del valor del dólar.

Competitividad no es precio, es valor

Es cierto que la economía argentina ha atravesado períodos en los que el tipo de cambio favorecía el arribo de turistas. Pero hace rato que eso ya no alcanza. Incluso con precios internos relativamente bajos en dólares, Argentina no logra consolidarse como un destino atractivo frente a competidores regionales como Colombia, Perú o Uruguay, y mucho menos frente a destinos globales como México, España o incluso países del Sudeste Asiático.

La tan celebrada gestión del ministro Lammens batiendo records de turismo interno no es mas que una máscara de una gestión inexistente, si nos valoran como baratos por un tipo de cambio puntual, en cuanto eso cambie, nos reemplazaran por otro mas económico o mejor por el mismo dinero.

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Hace años que la Argentina no tiene una política seria de desarrollo turístico, no es nada mas que promocionar el destino en ferias a costa de viaticos de funcionarios, es desarrollo, crédito, infraestructura, recursos humanos capacitados. El turismo es una suma de experiencias relacionadas entre si, es la hospitalidad en su integralidad.

¿Por qué? Porque la competitividad en turismo no se define solo por el precio, sino por la experiencia, la infraestructura, la conectividad, la calidad de servicio, la seguridad, y la previsibilidad. Y en esos aspectos, Argentina está en deuda.

Londres, Miami, New York, Rio de Janeiro, Madrid, Barcelona, y las demás ciudades lideres del mundo no son precisamente baratas, mas bien lo contrario. Saben agregar valor

Un turista busca certezas, no oportunidades

El turista internacional busca experiencias memorables, pero también certezas básicas: que su vuelo llegue a tiempo, que pueda pagar con tarjeta, que no haya paros, que el transporte funcione, que las tarifas sean claras y no cambien en el momento de pagar. Si además de eso encuentra paisajes únicos, gastronomía, cultura y hospitalidad, entonces la experiencia es completa. Argentina ofrece mucho en ese sentido, pero falla en lo primero: la previsibilidad.

A eso se suman problemas estructurales como la falta de promoción sostenida en mercados estratégicos, una conectividad aérea todavía limitada y sin estabilidad, y una estrategia nacional difusa en cuanto a qué tipo de turismo se quiere atraer y cómo.

Salvo contadas excepciones

Hay destinos que han logrado destacarse incluso en este contexto. El caso de El Calafate en temporada alta, Mendoza como polo enoturístico, o la consolidación de Bariloche como puerta de entrada a la Patagonia, son buenos ejemplos. Pero no alcanzan para compensar la caída general del receptivo.

La regla hoy es la pérdida de competitividad. Y el riesgo es que esta tendencia se naturalice, y se convierta en una estructura cada vez más difícil de revertir. Esa competitividad viene dada por la alta carga impositiva que hacen inviable competir con los países vecinos.

Una política de Estado o una oportunidad perdida

El turismo es uno de los pocos sectores capaces de generar divisas rápidas, empleo intensivo, desarrollo local y encadenamientos productivos. Pero para que eso ocurra, se necesita una estrategia país, no improvisación.

La solución no está en manipular el tipo de cambio para hacer atractivos los precios. Está en invertir en infraestructura, en ordenar la regulación, en mejorar la calidad del servicio, en posicionar al país con una marca potente, y en brindar certezas a quienes nos visitan. Hasta que eso no ocurra, seguirán entrando menos turistas de los que se van, y seguiremos exportando dólares en forma de vacaciones.

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