Visitamos un reducto impensado de la cocina italiana. María Fedele es un gran secreto por descubrir.
Por Candelaria Lighezzolo
Cada restaurant, cada propuesta gastronómica es como las huellas dactilares, tienen su propio DNI. Pero no siempre tenemos la sensación de singularidad que las destaque. A esta altura y después de unos cuantos años me encanta llevarme algunas sorpresas y no necesariamente por su originalidad, o estar a la vanguardia de lo que viene, sino porque en la simpleza (si es que la hay) de lo tradicional fueron únicos, me enriquece poder viajar incluso en el tiempo y conocer sólo probando un plato, cultura atesorada por generaciones en el legado de la cocina, de mujer a mujer, de madre a madre, de mundo en mundo.
En el barrio de Monserrat, sobre “La fachada mejor conservada…” tras las puertas cerradas del Club Forza Italia, un restaurante de estilo clásico, con la impronta de la tradición en la mesa y la herencia del viejo mundo, María Fedele es la sorpresa sugerida que celebra a Italia en su ceremonial de 4 pasos.
María Fedele es el nombre de la bisabuela de los dueños (hermanos que forman dupla cocina y salón) quien trajo de Calabria parte de lo que hoy es nuestra identidad culinaria. En su honor y al de las tradiciones que alimentaron a su descendencia, Ariel y Sergio Paoletti bautizaron esta propuesta.
No hay carta, los vinos están en la pizarra y el menú consta de 4 pasos aunque los platos son muchos más. Comenzamos con el antipasto. Si te llama la atención el tamaño de las mesas que parecen más amplias de lo acostumbrado, la respuesta llega pronto. Nueve –o más- clases de preparaciones (todas nombradas en italiano) que incluyen, caponata, burrata casera, selección de fiambres, berenjenas grilladas, carnes braseadas, alcachofas tiernas, delicias.
Ojo, es mucho y es riquísimo, pero no se priven de nada.
Luego siguen las pastas caseras, dos principales –sigo en las pastas- y dos más para degustar (las secas son italianas).
Tercer paso el principal, que rotan entre las carnes y los risottos; y por último el postre, que tampoco es uno sino cuatro (o degustación de postres).
De María Fedele me llevo el placer extra que te regala el desconcierto, el lugar donde te espera, el antipasto, los sabores con alma de abuelas y bisabuelas, el salón con tanta identidad, y también los vinos, ningún clásico, todos elegidos con buen gusto y a piacere.
Vayan con hambre, reencuéntrense y disfruten.
Ristorante María Fedele de miércoles a sábados por la noche
Alsina 1465, Monserrat