Fuimos al histórico Teatro del Pueblo a ver Hombres de Honor, cuya autoría pertenece a Armando Discépolo con dirección de Matías Leites. Éste es nuestro humilde comentario.
Por Yako Laus
Ver una obra de Discépolo es el camino más rápido al descubrimiento de las bajas pasiones y de los sentimientos oscuros que gobiernan cual titiriteros, desde las sombras, a todo ser humano. Lo que la Iglesia se dio a llamar, pomposamente, pecados capitales. Una de las preguntas que expone el autor en esta obra es la misma que se hace la filosofía desde tiempos inmemoriales y que tuvo en sus dos mayores exponentes a Thomas Hobbes - autor de la famosa frase "El hombre es el lobo del hombre" - y a Jean Jacques Rousseau autor, a su vez, del concepto del Buen Salvaje. Esta pregunta es: ¿Es el hombre bueno por naturaleza o por el contrario, nace egoísta, cruel y mezquino? Para ser sincero, el personaje de Varela - protagonista excluyente de la obra -, jamás está ni cerca de encontrar una respuesta. Quizá ni quiera hacerlo tampoco. Pero en cierto punto, de manera inconsciente y en tren de justificar sus propios actos, elige abrazarse a la teoría rousseaueana haciendo responsable de todos sus actos a la sociedad que lo rodea.
¿Y quién si no un juez es el encargado de ponerle cuerpo a ésta bellísima ironía? ¿Es posible que un prominente juez - quizá uno de los más importantes - encargado de moldear la sociedad a través de sus fallos, le eche la culpa de sus males a la misma sociedad que él moldea en clave de dialéctica del amo y el esclavo? No es casualidad, tampoco, que esta cuestión aparezca en la escena fundamental de la obra y no en cualquier otra.
Ahora, ahora... si llegaste hasta acá después de esta pequeña disquisición filosófica a la que me atreví humildemente, te vas a enterar que estas profundas reflexiones provienen de una excelente obra. Con una puesta minimalista y unas actuaciones brillantes - todas - la obra se te mete poco a poco por la piel y se te queda pegada en los huesos. Esta vez el acompañante de turno resultó ser A. que llegó a minutos de empezar. No es que yo hubiese llegado mucho antes, de hecho tuve que pedalear por media ciudad como un condenado para llegar a agarrar las entradas que tenía reservadas. Transpiré como un cerdo y no me quiero imaginar qué pensó la boletera cuando me vio llegar en esas condiciones, transpirado y agitado, a pedir mis tickets de prensa. Para ser sincero, ni siquiera tenía mi cuaderno, así que tuve que ir corriendo al quiosco de enfrente para que me regalaran algunas hojas A4. No son muchas las obras - de ninguna clase - que permiten a uno debatirla y repensarla aún horas después de finalizada pero, por suerte, este sí fue el caso. Cuando terminó, volvimos pedaleando con A. lentamente por Av. Córdoba hacia un bar donde E. hacía una lectura de Bukowski - a la que no llegamos - mientras charlábamos sobre cada uno de los puntos que nos parecieron esenciales del guión.
Hay una frase en la obra que resulta fundamental. Que define tanto al que la recibe como al que la dice: "En la bancarrota usted no es de los que se salva, es de lo que se mata". Quien la dice es Ardanaz, compañero de juego y acreedor de quien la recibe, el juez Varela. Está claro que ésta adjetivación no es necesariamente mala ya que hace referencia a un hombre honesto, pero pone de manifiesto que lo que está en juego a lo largo de toda esta pieza más que el dinero es el honor, el orgullo, el ego. Como dice otro de los personajes: "El hombre que juega está sólo frente al destino. No se puede ayudar sin deshonrarlo" y este punto resulta fundamental porque es en verdad el nudo dramático de la historia. Estamos frente a un juez que, en un acceso prolongado de ludopatía, pierde casi todo. En este punto la tensión se hace evidente ya que sólo pareciera haber dos posibilidades: El camino de la muerte moral o el camino de la muerte física. El camino de la muerte moral, como se entiende, radicaría en pedir ayuda en diversas formas como prestamos, condonaciones o financiaciones de deuda. El camino de la muerte física es.... bueno, es redundante explicarlo.
Mientras la trama discurre, son otra multitud de temas los que desfilan ante nuestros ojos. La naturaleza de la amistad (¿Es deshonroso pedir ayuda a un amigo cuando nos encontramos en apuros? ¿La amistad no se basa en saber dar, pero también en saber recibir?), la naturaleza de las relaciones filiales (Un hijo que castiga a su padre por mostrarse débil), la naturaleza del suicidio (¿Es un acto de cobardía o valentía?), la responsabilidad sobre el otro en oposición al libre albedrío y la naturaleza de la ley. Sobre todo la naturaleza de la ley.
Nada puede funcionar bien cuando se pretende infalible. Esto ocurre, justamente, porque nada ni nadie lo es y pretenderlo es ocultar al menos una parte de la verdad. Pretender que la justicia sea justa y objetiva, es un problema. Porque no lo es y porque no debería serlo. La justicia debería igualar, no ajusticiar y por eso nunca podría ser objetiva. De nuevo volvemos a la escena donde todo esto se pone en debate. La misma escena que despertó mi divagar filosófico del inicio. Una escena entre maestro y pupilo, entre un juez y un estudiante de abogacía. La escena más importante de la obra. La escena donde la psicología del protagonista se nos abre de par en par. Una escena descorazonadora. Donde un Juez duda. Duda de si mismo, pero también duda del Sistema. Duda del Modelo que el mismo diseña día a día marcando límites y castigando a los infractores.
En fin, no hay mucho más que decir salvo destacar, como un párrafo aparte, la musicalización de la obra. Las canciones elegidas son muy buenas, pero hay un momento particular, donde la música se descompone, se ralentiza, combinándose con una iluminación tenue color ámbar, invitándonos a pasar y a ser parte de una situación como si fuera una verdadera pesadilla. Y lo mejor es que lo logra. Vaya si lo logra.
FICHA TÉCNICA:
Autoría: Armando Discépolo
Dirección general: Matias Leites
Elenco: Fabian Caero, Roberto Cappella, Greta Guthauser, Juan Pablo Kexel, Marcos Horrisberger, , Martín Navarro, Lorena Saizar, Mariano Ulanovsky.
Vestuario: Marta Albetinazzi
Escenografía: Marta Albetinazzi
Diseño de luces: Gastón Ares
Diseño De Sonido: Santiago Barceló
Música original: Santiago Barceló
Fotografía: Leopoldo Minotti
Diseño gráfico: Roberto Cappella, Maria Eugenia Gómez
Asistencia de dirección: Maria Eugenia Gómez
Esapacio: Teatro del Pueblo Av. Roque Saenz Peña 943. CABA.
Horarios: Viernes 21:00hs. $250
Reservas: 4326-3606 o www.teatrodelpueblo.org.ar