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CULTURA

LA CÁSCARA Y LO VACÍO

Por Yair Laus

Señoras y señores si ésta obra - si cualquier obra – contara sólo con la voz y el cuerpo de Omar Calicchio en el escenario, ya valdría la pena ser vista una y mil veces. El resto de los actores están bien: Laura Oliva, Federico Coates, la bella Daniela Pantano e incluso la música en vivo. Pero Calicchio, la portentosa voz de Calicchio, la seguridad en sus movimientos, en sus poses… Una tremenda actuación digna de ser vista.

¿De qué estoy hablando? Daulte hace uso una vez más de su propio espacio para presentar una obra de su cosecha, en éste caso un musical: Ni con perros ni con chicos. Una obra larga, larguísima, de casi dos horas de duración que cuenta la relación entre Charles Laughton y Elsa Lanchester, dos de los actores más reconocidos de los años cincuenta en Hollywood. Para el que no esté familiarizado con el género musical o con la figura de éstos dos grandes actores y la lógica del star system hollywoodense, encontrará no una sino al menos un par de barreras para conectar con la obra y empatizar con los personajes. El mundo que retrata y sobretodo la forma en que lo hace – a través de una especie de meta-teatralidad – puede resultar un lugar tan lejano para varios espectadores como el pequeño y congelado Plutón a 4.600 millones de kilómetros. Sin embargo, si hubiera entre los espectadores un público más familiarizado con lo que proponen autor y director, podría acercarse - si temor a ser quemado - a éste cálido universo de personajes reconocibles y reconocidos.

Si nos olvidáramos que Calicchio es Laughton y que Oliva es Lanchester, podríamos pensar que la obra recorre tres ejes más allá de la vida del personaje principal: la idea del actor-estrella y del actor comprometido con su trabajo – de ahí el concepto de meta-teatralidad –, la lógica de la memoria y los recuerdos y el rol de la mujer entorno al del hombre. Tal como funciona nuestra memoria, a lo largo de la obra los recuerdos sobre su marido van regresando a la mente de Lanchester sin ton ni son, con un hilo argumental frágil e impulsados por las preguntas de un documentalista que quiere saber más. Estos saltos temporales, muy bien llevados a cabo en términos de dirección, ayudan al espectador a mantenerse atento a lo largo de los 120 minutos de duración de la obra. La sorpresa ante lo que pueda venir, la imprevisibilidad de los recuerdos y los saltos temporales entre el presente y el pasado, no dejan caer al público en el aburrimiento. Al mismo tiempo que evoca sus recuerdos,  Lanchester se va reconociendo a sí misma como una mujer que fue abandonando sus deseos en pos de su esposo. Abandonó sistemáticamente su país, su familia y su carrera. A pesar de no lamentarse ni por un instante – o al menos no demostrarlo – sí, dolida, da cuenta de aquello que abandonó cuando canta luego de la muerte de Laughton: “Me quedé sola, sin ser mujer, sin ser mamá, sin ser actriz, sin ser nada. ¿Dónde está?”. Un cierre demoledor y una pregunta que queda picando ¿Dónde está quién? ¿Dónde está qué?

En cuanto al primer eje, al relacionado con Charles, resulta el más interesante. Actor reconocido como de método y con una alta implicación en cada uno de sus papeles, Laughton supo ganar el Oscar en 1933 a mejor actor con La vida privada de Henry VIII. Es descorazonador verlo en ciertos pasajes de las obra confesando cuánto lo afectaba componer cada uno de los personajes. Hay en particular una frase que se te pega al cerebro y que resulta fácil trasponer a otros ámbitos por fuera tanto del cine como del teatro. En uno de los fragmentos más sentidos de la obra – por el cual Calicchio recibió una ovación de pie de casi un minuto – Laughton dice: “ser actor es morir en mí, para nacer en los demás”. Que frase! Que frase, señores! El público contiene el aire, las gotas de lluvia parecen detenerse y ya no golpean en el techo. Una revelación divina. ¿Quién no se sintió así alguna vez? ¿Quién no ha visto a un amigo, a un familiar, a un conocido arrastrarse detrás de su propia máscara – la del actor – descomponiéndose poco a poco, asesinando su verdadero yo, para que la máscara prevalezca ante la mirada del otro? En el trabajo, en las relaciones, en la calle… no sólo en el cine o en el teatro. Otra afirmación que nos termina retumbando en la cavidad craneal: “mostrar, mostrar y mostrar. Eso es lo único que quieren de nosotros” ¿Y qué otra cosa es lo que muestra y lo que pide ser mostrado sino la máscara? Porque eso es lo único que parece haber. No sólo en Laughton, sino en todos nosotros. En este caso, es la cáscara de Charles, una cáscara intacta, que recubre un cuerpo y una mente que se descomponen.

Por suerte, como se ocupan de remarcar los cuatro personajes tanto al inicio como al final de la obra. Aquí y allá, ayer, hoy y mañana, arriba de las tablas y debajo de ellas, tanto lo bueno como lo malo: Todo es teatro.

Amén!

FICHA TÉCNICA:

Autoría: Fernando Albinarrate                                                                                                             Elenco: Omar Calicchio, Federico Coates, Laura Oliva, Daniela Pantano

Músicos: Fernando Albinarrete, Uriel Kaufman

Vestuario: Mini Zuccheri

Escenografía: Alicia Leloutre

Iluminación: Matías Sendón

Música original: Fernando Albinarrate

Asistencia de vestuario: Josefina Veliz

Asistencia de dirección: Juan Zorraquín

Producción ejecutiva: Ana Riveros

Coreografía: Verónica Pecollo

Dirección musical: Fernando Albinarrate

Dirección: Javier Daulte

ESPACIO CALLEJÓN

Humahuaca 3759 Capital Federal - Buenos Aires - Argentina

Teléfonos: 4862-1167

Web: http://espaciocallejon.com/

Entrada: $ 250,00 / $ 220,00 - Lunes - 21:00 hs

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