Por Yako Laus
Una de las peores cosas de ser yo es la capacidad de perder casi cualquier cosa que caiga en mis manos. Desde las anotaciones de la obra que ahora me dispongo a contar, perdidas hace dos semanas, hasta la enésima llave de la moto perdida hace tan sólo dos horas. Es más, este texto empieza a surgir mientras, sentado en la vereda, espero que venga un Glovo! con la llave de repuesto que por suerte aún tengo. Si no, no hubiera sido la primera vez en verme obligado a cambiar el tambor y todas las tapas correspondientes por haberme quedado sin siquiera una sola llave para encender la moto. En oposición, una de las mejores cosas de ser yo, es que, acto seguido a estos extravíos o, más bien, como consecuencia de los mismos, muchas veces terminan ocurriendo situaciones inesperadas o, como en este caso, viéndome obligado a rever una obra que ya, desde su primer visionado, me había parecido brillante.
Ya no es la bella e inteligentísima L. quien me acompaña, sino más bien A. y E. dos viejos colegas y compañeros de trabajo, en quienes ya había pensado la primera vez que salí de ver la obra. Todavía me acuerdo la cara de L. cuando mi comentario después de la función fue: "esto lo tienen que venir a ver A. y E. Si ésta obra no fue escrita para ellos, no sé para quién pudo haberlo sido". Así que tal la providencia divina, haber perdido las anotaciones de aquella función, me permitió compartir con ellos las carcajadas – hasta llegar al llanto – y las reflexiones que es capaz de despertar esta obra.
Vidé/La Vuelta Móvil comparte ideología con la sala en la que actualmente se ofrece – Teatro El Calibán – y de la cual es dueño el co-autor de la obra: el Señor Norman Briski. En este sentido de más está decir que la sala, la obra, los libros y todo lo que lo rodea son un fiel reflejo de la forma de ver el mundo de este actor, director y escritor exiliado en épocas de Dictadura y portador de banderas en toda causa social en la que pudiera comprometerse.
Ya desde el principio, frente a la puerta de ingreso a la sala, sabemos que algo diferente estamos por ver. Un hombre alto y barbudo pone allí donde debería estar la puerta ahora abierta, un ataúd color plata para que, instantes después, un sujeto símil mimo se encargue de quitarla mirándonos – pobres espectadores – de reojo. La disposición de los asientos así como la sala misma, sin escenario, también es extraña. Dos plateas de varios escalones acolchonados nos enfrentan con un espacio donde hay una rampa con una cruz gigante, un agujero en el piso que da hacia un espacio inferior y un agujero en el techo desde donde en algún momento bajará un muñeco Martínez de Hoz para hablarnos de la liberalización de las fuerzas productivas. Los protagonistas son dos, cada uno brillante en el rol que le compete: Carlos Vignola en el papel del recio futuro Jefe del Ejército y presidente de facto Vidé y Carlos March en el rol del multifacético bufón Biondi. La obra recorre la carrera militar de aquel sujeto - desde el más humilde puesto de cabo hasta su tristemente célebre ascenso a la presidencia – mientras se va preparando para morir siendo un muerto que sepa cumplir su papel, un muerto de cuerpo sano y en forma, poseedor de una paz digna de ser morida. Por suerte, ¡alerta spoiler! Este aberrante personaje no logrará su cometido y morirá sin paz, sin salud, sin cuerpo sano, aunque sí cumpliendo el papel que le corresponde a un muerto de su calaña: el de ser un paria social encerrado hasta el último de sus días.
Por el resto - que no es un resto, sino que es el todo de la obra – la satirización no se orienta solo a la figura del militar tal como hicieron en el cine películas como Los Extermineitors o Los colimbas se divierten, de las que sin duda bebe algo, sino que también se ocupa de tanto personaje público, de tanto discurso de cartón y de tantas situaciones de una manera tan original, que si no resulta la obra cómica del año será solo por incomprendida. Por allí deambulan el mismísimo Videla y su idiotez más supina, junto con Chiquita Legrand, Palito Ortega, una profesora que se excita con el recuerdo de Sarmiento, algún chileno pinochetista, Neustadt, Grondona, el padre de Máxima Zorreguieta, una esposa abengada y bilingüe, un líder de la Iglesia Católica y tanto otros. En fin, son tantos los Easter Eggs – como se dice en la importada jerga audiovisual – con los que cuenta esta obra que no vale la pena seguir nombrándolos, solo para que el espectador tenga el placer de ir descubriéndolos uno a uno en la medida que la obra se desarrolla.
Sólo me resta decir, mejor dicho subrayar, la importancia de ésta obra en el contexto actual. Para todo aquél que esté interesado en repensar y repensarse desde un lado histórico, nacional y popular, a la vez que quiera divertirse hasta las lágrimas y sorprenderse con algo muy pocas veces visto en la cartelera teatral, no tengo dudas que no se sentirá decepcionado así como no se sintieron A. y E. con quienes compartí no sólo 8 o 9 botellas de cerveza a lo largo de toda la noche, sino una interesantísima charla que duro hasta más allá del primer canto de los pájaros.
FICHA TÉCNICA
Autoría: Vicente Muleiro
Titeres: Guillermo Bechthold
Actúan: Carlos March, Carlos Vignola
Voz en Off: Eduardo Aliverti
Vestuario: María Claudia Curetti
Escenografía: Guillermo Bechthold
Maquillaje: Elena Sapino
Diseño de luces: Norman Briski
Música: Gaston Cordera
Banda de sonido: Martín Pavlovsky
Operación de luces: Theo Machado Wald
Operación de sonido: Theo Machado Wald
Fotografía: Martín Garrocho
Diseño gráfico: Martín Garrocho
Asistencia de escenario: Guillermo Bechthold, Florencia Collaud
Asistencia de dirección: Guillermo Bechthold, Florencia Collaud
Prensa: Duche&Zarate
Dirección: Carlos March
Agradecimientos: Agustina Dana, Norman Briski, Teatro Caliban, Martín Garrocho, Manuel González Gil, Naya Ledesma, Emmanuel Melgarejo, Nené Murúa, Eliana Wassermann
TEATRO EL CALIBAN
Mexico 1428 PB 5 - Capital Federal - Buenos Aires - Argentina
Teléfonos: 4381-0521/ 4384-8163
Web: http://www.teatrocaliban.blogspot.com
Entrada: $ 200,00 - Sábado - 21:00 hs - Hasta el 29/09/2018