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CULTURA

El NIDO VACIO Y LA CULTURA DEL ZAPPING

Por Yako Laus

Entrar al microteatro es una experiencia particular. No estar acostumbrado a ese mundo puede llevar a percepciones erróneas. Es un potpurrí con lo mejor de la noche porteña: Chicas y chicos jóvenes, una barra que ofrece cerveza artesanal y cierto tipo de platos elaborados, música de fondo y, en el piso de arriba, seis pequeñísimas salas. Todo esto sin olvidar un hermoso patio verde hacia el fondo del lugar. En fin, un ambiente agradable y jovial. El espacio está ubicado en un punto extraño alejado de cualquier nodo teatral y, sin embargo, la experiencia que ofrece se transformó hace unos años en un éxito rotundo de público. Ahora, ¿cuál es esa experiencia que ofrece con tanta aceptación como para imponerse como la nueva moda nocturna? La velocidad. Obras que no demandan más de quince minutos de atención, son la panacea de la generación cultural del zapping. Conceptualmente sigue siendo “ir al teatro”, pero con una demanda intelectual y temporal mucho menor. Si el tiempo es oro, el microteatro es el colador para encontrar las pepitas en el fondo de río.

“En mis brazos” es el unipersonal dirigido y actuado por Celeste Pierri al que fui invitado. Cuando las puertas se cerraron, la minúscula sala se encontraba repleta de espectadores, tanto que algunos fueron a parar directo al piso. Por suerte, tanto E. como yo conseguimos asientos. De mi lado se sentó un chico en musculosa y musculoso, de malla y ojotas, con un vaso de cerveza en la mano y gorra para atrás. Del lado de E. una pareja bastante fogosa que, por la brevedad de la obra, no deben haber llegado muy lejos en sus intenciones. Ir a cualquier evento con E. siempre resulta gratificante. Su snobismo cultural mezclado con una fuerte identificación por el campo popular lo convierten en un acompañante de lujo y en un sagaz observador.

La obra en sí, intenta con mucho esfuerzo, abarcar demasiado en poco tiempo. Al tema central del sentimiento de nido vacío al que debe enfrentarse la madre, se suma el de una xenofobia explicita y un conflicto legal que da el cierre. Por su parte, el público participa a un doble nivel. Primero con cierta interacción que la actriz propone – lo que siempre me pone incómodo – y luego con ciertas risas acá y allá después de cada intervención xenófoba de la madre. Quedará para cada uno de los lectores pensar si esas risas son hijas de la incomodidad o de la complicidad en una especie de “guiño, guiño”. Celeste Pierri está muy bien y la escenografía, austera – no hay lugar para mucho más –, acompaña.

Toda moda es una oportunidad. Si el microteatro permite que mayor cantidad de gente se acerque a las salas o si la breve duración de las obras permite el descubrimiento de un nuevo lenguaje que tome a la elipsis y al minimalismo como sus armas, será bienvenido. Si lo breve de la duración y el gran número de salas a llenar, por el contrario, hacen priorizar la cantidad sobre la calidad, tornando la lógica teatral en una fábrica de chorizos, no. Queda en manos de los dueños del espacio y de los gestores del género decidir el rumbo de ésta no tan nueva disciplina.

PD: Ésta nota fue escrita en el mes de Marzo. Ahora ésta obra se encuentra en cartel en el nuevo espacio palermitano Tromvarte.

 

FICHA TÉCNICA:

Autora: Celeste Pierri (Basado en un cuento de Almudena Grandes)

Dirección: Mariano Mazzei.

Asistencia de Dirección: Sofía Salvaggio

Actriz: Celeste Pierri.

Escenografía: Melanie Waingarten

ESPACIO TROMVARTE - Pasaje Santa Rosa 5164

Ciclo Cantina. Domingos de abril a las 20.00 hs.

Reservas: tromvarte@gmail.com

Teléfono: 2-312-9657

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