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CULTURA

EL FUEGO DESPUÉS DEL FUEGO

Por Yair Laus

¿Qué queda cuando ya no queda nada? Un cuerpo vacío en plena descomposición. Semidesnudo, sentado en un sillón y en una postura deformante: panza afuera, henchida de desesperación y de soledad. Un cuerpo frágil con un alma destrozada. Una persona que no puede caer más bajo que el piso, ahí donde termina, donde se apaga la última y tenue luz. Eso es El mar de noche. La obra escrita por el multipremiado Santiago Loza y protagonizada por el también laureado Luis Machín.

No soy un buen espectador para unipersonales. Esa es la realidad. Mis experiencias no han sido las mejores y de una u otra manera nunca empatizo con esos verborrágicos personajes. ¿Será por mi personalidad? ¿Por no ser muy adepto a sacar afuera mis sentimientos en forma de palabras? Hubo una vez que me gustaba leer repetidamente los libros que componen la trilogía de Samuel Beckett: Molloy, Malón muere y El innombrable. Tres novelas brillantes, escritas en forma de monólogos internos desesperados y desgarradores donde lo absurdo de lo humano queda de manifiesto. Pero en algún momento las dejé a un costado por otras lecturas del mismo tenor existencialista aunque con un formato más clásico. Hablo, por ejemplo, de La Náusea de Sartre. Obra que, dicho sea de paso, tiene que hallarse como un obligado antepasado de este muy buen unipersonal. El encierro de un personaje en una habitación ajena y costera, que permite ver el ir y venir de las personas alegres, los barcos y la marea; el divagar de un enamorado con el corazón roto por el paso del tiempo y la ausencia de respuesta. Una carta, mental en este caso, dirigida a ese amante esquivo del pasado: Ammy para el personaje de Sartre y éste notable desconocido para el personaje de Loza. Tantas son las similitudes, que frases y conceptos tienden a repetirse: “Para entender un final es necesario repasar el principio” dicen tanto Roquetin como este personaje. Ese intento de comprender lo ocurrido deconstruyendo la historia en común y la de uno mismo, hurgando a la vez en los más mínimos detalles, en ese metro cuadrado de historia en común, dotándolo de tanta importancia, casi como el Ramón Bonavena de Borges y Bioy Casares profundizando hasta la demencia en la esquina de su escritorio. La despersonalización de uno mismo hasta convertirse en el propio objeto de análisis: eso es el existencialismo sartreano y eso es lo que ocurre con el personaje de Machin. Todo es lóbrego y oscuro. Nada en esa vida tiene sentido a no ser por un pensamiento circular que se hunde cada vez más, mientras más se piensa a sí mismo. Acá el enemigo no es el amor, ni es el otro. Acá el enemigo es uno mismo, es el pensamiento insistente que elige poner el dedo en la llaga una y otra vez. Es la pregunta incesante ¿Qué soy? ¿Qué fuí? ¿Qué tengo? ¿Por qué?.

Machín pone el cuerpo y el alma en una actuación profunda. Resulta hipnótico verlo toda la obra sentado en el sillón prácticamente desvariando frente a los espectadores. Nada más que eso ocurre. Pero nada menos tampoco. El clímax, el final de la obra resulta de una intensidad tremenda. Si bien el personaje viene descomponiéndose a lo largo de su diatriba, en este punto la descomposición se acelera. El cuerpo pierde fortaleza y asidero, pierde el ancla, al igual que sus pensamientos y comienza a desprenderse de ese sillón al que estaba tan aferrado y que era el único objeto que parecía mantenerlo unido al mundo real y lejos de ese mundo imaginario de pensamientos circulares. El personaje se transforma y nos lo narra mientras ocurre, su cuerpo muta en un claro homenaje al Ovidio dantesco en La Divina Comedia, cuando pasa de ser un hombre a ser una serpiente. En fin, una obra absorbente. Por supuesto no para cualquiera, pero si los premios sirven de algo, ahí está éste emocionante unipersonal con el que sin dudas vas a agradecer que finalmente haya llegado el domingo a tu vida. Ese día tan temido de la semana.

FICHA TÉCNICA

Autoría: Santiago Loza

Actúan: Luis Machín

Diseño de vestuario: Magda Banach

Diseño de espacio: Alberto Albelda

Diseño de luces: David Seldes

Diseño sonoro: Patricia Casares

Video: Francisco Castro Pizzo

Fotografía: Alejandra López

Diseño gráfico: Leandro Ibarra

Asistencia de iluminación: Estefanía Piotrkowski

Asistencia de dirección: Gastón Ré

Producción Comercial: Marcelo Riva

Dirección de Producción: Romina Chepe

Dirección: Guillermo Cacace

NÜN TEATRO BAR

Juan Ramirez de Velasco 419 Capital Federal - Buenos Aires - Argentina

Teléfonos: 4854-2107

Web: http://www.nunteatrobar.com.ar

Entrada: $ 300,00 - Domingo y Sábado - 18:00 hs - Hasta el 25/11/2018

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