Por Yako Laus
Una vez más estoy en la puerta de (La Pausa) Teatral, la baticueva desde la cual el dramaturgo Sebastián Kirszner junto a un grupo de secuaces vienen refundando el teatro judío. Tengo una cerveza en la mano, pero es invierno, está nublado y todavía no me recuperé del accidente con la moto. Así que el hecho de haber tenido que venir en colectivo hasta acá, en medio de este clima tempestuoso y con mi renguera a cuestas, no me predispone con el mejor de los ánimos. Espero se vaya para el inicio de la obra.
Me encuentro sentado y otra vez tengo esa sensación de que estoy en el house de Hebraica, Macabi o Hacoaj. Rodeado de personas todas mayores y evidentemente judías, que no paran de hablar de La Shikse, de Goy y de la Mishiguene; todas obras del mismo Kirszner que diseccionan no al judaísmo sino al judío típico de una manera graciosa y desacartonada. Sin embargo, la obra que estoy por ver no es una de ellas, sino Papushkas: creada y protagonizada por Melisa Freund, hija del prestigioso dramaturgo y escritor Juan Freund fallecido hace ya dos años. La obra es todo un experimento: Ella hace de ella, mientras un amigo de su padre hace de su padre, para actuar algunas escenas que el verdadero padre escribió como parte de su autobiografía. Por otra parte, este amigo, Julio Marticorena, era el actor que Juan había elegido en vida para que lo represente en su propia autobiografía. Esta metateatralidad, este juego de obra adentro de obra adentro de obra - de la que nunca esta exenta la interacción con el público - resulta, a la postre, lo más interesante de todo. Porque el resto resulta ser un dialogo bastante errático entre la protagonista y el espíritu de su padre en que nos cuentan a coro algunas dramáticas pero coloridas anécdotas relacionadas con la Segunda Guerra Mundial y la vida del inmigrante.
En algún momento de la obra se nos deja en claro que se trata de un exorcismo, de la necesidad de liberar esos recuerdos que pesan en la hija como una mochila cargada de piedras. Necesita desprenderse de la memoria de su padre. El problema es que aquí los espectadores no tenemos lugar ya que solo se nos pide mirar. Una buena obra debería exigir del espectador ser más que sólo un par de ojos y eso todos deberían saberlo. Freund llama a su obra Kaddish, que es el rezo para los muertos de los judíos y tal como ocurre en un templo o una iglesia se le pide al fiel - los espectadores - no poner nada en tela de juicio. Sólo contemplar y creer. No hay lugar para el pensamiento, ergo, tampoco lo hay para la duda. Sin embargo, esto que parece una debilidad puede resultar su fortaleza: La obra no engaña y en ningún momento disimula su condición. Así como el líder espiritual reza frente a la tumba del fiel, Freund inventa un rezo y llora frente a la memoria de su padre. Las actuaciones frías y distantes, de movimientos calculados, ayudan a que ésto ocurra pareciéndose ambos más a figuras brumosas que se desvanecen, que a actores de carne y hueso.
Sobre el final bailan la actriz con el actor, Julio con Melisa y también Juan con Melisa. En fin, el padre con la hija. La cortina se baja y cuando uno sale de la sala, finalmente no está muy seguro de lo que vio. Si uno es descendiente de inmigrantes, refugiados de las guerras europeas sobretodo, puede sentirse tocado. Seguramente ocurra. La obra apuesta a la emoción. Sin embargo, hay ahí algo que falta: el espectador deberá encargarse de llenarlo.
FICHA TÉCNICA
Dramaturgia: Melisa Freund
Intérpretes: Melisa Freund, Julio Marticorena
Iluminación: Ricardo Sica
Diseño de vestuario: Ana Julia Figueroa
Diseño de espacio: Lola Gullo
Diseño gráfico: Silustra
Asistencia de iluminación: Diego Becker
Asistencia de dirección: Carla Fontao
Prensa: Duche&Zarate
Arreglos musicales: Sebastián De Marco
Dirección: Melisa Freund, Analia Mayta
(LA PAUSA) TEATRAL
Av. Corrientes 4521 Capital Federal - Buenos Aires - Argentina
Teléfonos: 1551232030
Web: http://www.lapausateatral.com.ar/
Entrada: $ 300,00 / $ 250,00 - Sábado - 19:00 hs - Hasta el 29/09/2018