Si aún hay alguien que crea que quien suscribe estos textos lo hace bajo una presunta pátina de objetividad o al menos siguiendo ciertos estrictos cánones teológicos y geométricos - como exigiría el genial Ignatius Reilly -, está equivocado. No debe haber en la red, textos más caprichosos y subjetivos que los que aquí pueden encontrarse. Es por este motivo que puedo darme el lujo de empezar de la siguiente manera: VAYAN URGENTE A VER CLARIVIDENTES. Aún no debe existir la persona a la cual esta obra vaya a dejar indiferente.
Construida bajo una lógica de historia dentro de historia al mejor estilo Francoise Ozon en En la casa, aquella brillante película del 2012 que a su vez estaba basada en una pieza teatral de Juan Mayorga, esta película nos mete en un mundo post apocalíptico -o al menos así lo parece - demencial. Si lo que se pretende es sacar algo en limpio de esta obra; algún moraleja o alguna reflexión, sepa que es prácticamente imposible. No porque la pieza carezca de profundidad, de metáforas o paralelismos, sino porque es tanto lo que ocurre sobre el escenario, todo al mismo tiempo, que es imposible deglutirlo de un solo bocado. Uno se va con la impresión de que debería volver a verla dos o tres veces para captarla en su entera dimensión.
Entonces, ¿por dónde empezar? ¿la puesta en escena? Si no tuviéramos a los actores tan cerca, podríamos pensar que estamos frente a una película retro futurista al estilo del Terry Gilliam de Brazil, mezclada con el minimalismo del Lars von Trier de Dogville y una cantidad de acción digna de cualquier tanque hollywoodense. Todas esas influencias metidas en una licuadora y puestas al servicio de un escenario teatral conforman, más o menos, la base estética de lo que se puede apreciar en la obra de Daulte. Pero cuando hago referencias audiovisuales no sólo lo hago pensando en la composición del espacio: los juegos de luces, los sonoros - del cual no se puede dejar afuera la música perfectamente elegida - y las elecciones de los distintos ritmos narrativos hermanan lo teatral y lo cinematográfico enriqueciendo la trama misma de la obra.
De la máquina actoral - una excelente definición de Jorge Dubatti - sólo se puede decir otro tanto. Los nueve actores en escena parecen encontrarse en su salsa. Quizá sólo el personaje de Rubén de la Torre parece mermar algo pero sólo sobre el final. Por supuesto que hay un motivo para tal situación, pero me queda la impresión de que podría haber dejado un poco más. El resto funcionan como engranajes bien aceitados. Cada uno cuenta con su propio solo en uno u otro momento de la obra no haciendo más que brillar y dejándole la pregunta al espectador de cómo se puede disponer de semejante energía para ser canalizada en beneficio de la historia. Un punto aparte para los personajes de Daniela Pantano y Matías Broglia que, al mejor estilo Coqui y Paola Sargento de los hermanos Lopilato, empiezan pareciendo dos papafritas - gracias Mafalda - para terminar revelándose como figuras fundamentales de la trama.
Para cerrar quizá sólo quede intentar contar algo de la trama y hablar de algún defecto de la obra que si bien ya fue nombrado más arriba, quizá valga la pena explayarse. Cuatro amigos - que de todos modos no lo son tanto - parecen haber encontrado la forma de hacerse ricos rápida y relativamente con poco trabajo. Para tal fin, se asocian con una clarividente - que luego se revela como otra cosa bastante peor - y alquilan un espacio con una cámara Gesell insonorizada dentro. Como no podía ser de otra manera, el plan tan bien pensado falla y se desata el pandemónium entre los involucrados. Sin embargo, definir el tema de la historia es un problema, lo que resulta en el talón de Aquiles de la obra. Porque, ¿de qué nos está hablando verdaderamente? Es difícil decirlo. Algunos conceptos se ponen en juego pero se desvanecen tan rápidamente como aparecen: la oposición entre el querer - consciente - y el desear - inconsciente -; la subjetividad como forma de crear el mundo y tejer relaciones con aquello que nos rodea; la necesidad ancestral y primitiva de contarnos historias unos a otros o bien para entretenernos o bien para conformar una identidad común. Es difícil definir hacia dónde va la obra y qué nos quiere decir el autor con ella. No se puede esperar de un espectador medio que acuda a la sala dos o tres veces con el fin de desentrañar el misterio que nos ofrece la misma. De una película resulta más lógico ya que la entrada en general resulta más accesible y en última instancia se la puede ver en Netflix, en la televisión o alquilarla en el videoclub. Pero de una obra, no.
De todas maneras insisto, es una obra que debe ser vista. Más allá de su inasibilidad temática, resulta un prodigio para los ojos y un placer corporal ver tanta energía desparramada por tan buenos actores en un escenario frente a nosotros. Nadie que vaya a verla podrá sentirse indiferente al salir y, en un mundo gobernado por lo igual, eso ya resulta más que una buena excusa para hacerlo.
FICHA TÉCNICA
Dramaturgia: Javier Daulte
Elenco: Mauro Alvarez, Matías Broglia, Rubén De La Torre, Jorge Gentile, Silvina Katz, Juan Ignacio Pagliere, Daniela Pantano, Carla Scatarelli, Luli Torn
Vestuario: Jam Monti
Iluminación: Sebastián Francia
Asistencia de dirección: Gonzalo de Otaola
Dirección: Javier Daulte
ESPACIO CALLEJÓN
Humahuaca 3759 (Capital Federal - Buenos Aires - Argentina)
Teléfonos: 4862-1167
Web: http://espaciocallejon.com/
Entrada: $ 250,00 - Sábado - 20:00 hs