Por Yair Laus
Mientras la lluvia por fin llegó y arrecia Buenos Aires, estoy sentado en Guerrín, frente a L. y pienso sobre qué voy a escribir en ésta nota. En realidad, lo que estoy pensando, en primer plano, es el garrón que va a ser volver del Centro en moto y con semejante lluvia – sobre todo si primero hay que llevar a L. a la casa -, pero lo que subyace a ese pensamiento, lo que está oculto y no se manifiesta de manera concreta es: ¿Qué puedo decir de Las Heridas del Viento?
Así, mientras esperamos la pizza con fainá y las gaseosas, le pregunto a L. qué piensa de la obra y nos ponemos a charlar, a desmenuzar lo que vimos hace un ratito. La sala está completamente llena, tanto que no cabe ni un espectador más. Esto por supuesto – decimos – se debe en gran medida al reconocimiento que se labró la obra luego de su recorrido y del hecho de que su protagonista, el gran Miguel Jordán, ganara el premio Estrella de Mar por ésta interpretación. Seguramente habrá sumado al hecho, también, la exitosa adaptación al cine por parte del autor mismo de la obra que se disfrazó de director cinematográfico para la ocasión: Juan Carlos Rubio.
Lo primero que pensamos – o que decimos – es que la obra claramente no es un portento a la creatividad. El conflicto hijo-que-después-de-la-muerte-del-padre-encuentra-un-secreto-y-lo-investiga no es nada nuevo. Se ha visto infinidad de veces en películas y en libros, en series y en obras de teatro. Sin embargo, el secreto que se descubre modifica tanto la perspectiva del hijo no sólo hacia su padre sino hacia su propia vida, siendo ahí donde yace la novedad. El hijo, David, parece haber fracasado rotundamente en el amor. No parece haber formado nunca pareja, tampoco haber llegado a convivir y quizá ni siquiera enamorarse. Él mismo dice que no cree en el amor por culpa de la casi ausente relación entre su padre y su madre. En este sentido, la relación que teje con el personaje de Jordán es la puerta de entrada a un posible análisis sobre su propia existencia. Su vacío y su soledad. Un análisis que queda fuera de la obra y al cual no se hace referencia tampoco, pero uno intuye que ahí está y que vendrá antes o después como consecuencia de su relación con el otro personaje.
Justamente, - me dice L. - lo más interesante de la obra radica en aquello que no se resuelve, que queda por afuera de la visión del espectador. El problema es que dependiendo quién lo vea y cómo lo haga puede ser o bien la fortaleza o bien la debilidad de la obra. De hecho, la obra varias veces parece perder el rumbo tocando temas como la obsesión, el amor, la educación, la soledad, la homosexualidad, pero sin profundizar en ninguno y cuando se enfrenta a un verdadero dilema, quizás al verdadero dilema – ¿por qué el padre hizo lo que hizo durante 30 años? ¿Por qué Kafka le escribió carta tras carta a aquella niña que había perdido su muñeca en la hermosa novela Brooklyn Follies de Paul Auster? – lo roza sin más para seguir adelante. Esto ocurre porque da la impresión de que en ningún momento la historia decide con que personaje quedarse. No nos quedó claro – ni a L. ni a mí – si la obra hablaba del padre y el amante desconocido, del viejo obsesionado por un amor pasado o de un hijo que intenta recuperar los lazos con un padre muerto. Sin hablar de ninguno en particular, se queda con todos en general, dejando muchos huecos y la sensación de que hay algo que termina faltando. De todos modos, como fue dicho, para aquellos espectadores que aman los rompecabezas – como nosotros – resolver éste acertijo de emociones y relaciones puede ser un trabajo sumamente interesante. Más por lo que no se muestra y no se dice que por lo que sí. Finalmente ahí están, las cartas en blanco, como un símbolo que retumba en la cabeza del espectador después de comerse la última aceituna, de la última porción de fainá y prepararse para enfrentar la mojada noche porteña.
FICHA TÉCNICO ARTÍSTICA
Autoría: Juan Carlos Rubio
Actúan: Mariano Fernandez, Miguel Jordán
Vestuario: Cristina Galindo
Escenografía: Gaston Marioni
Fotografía: Espacio F
Diseño gráfico: Eduardo Asplanato
Prensa: Duche&Zarate
Puesta en escena: Gaston Marioni
Dirección: Gaston Marioni
(TEATRO) BUENOS AIRES
Rodriguez Peña 411 Capital Federal - Buenos Aires - Argentina
Teléfonos: 5218-5214
Web: http://www.teatrobsas.com.ar/
Entrada: $ 300,00 - Domingo - 19:00 hs - Desde el 08/04/2018