Refugio de los poetas, espíritu de Güemes, vinos de la pacha, Salta trampea el alma y no te deja volver. No es casual escuchar y leer en la gente “es mi lugar en el mundo” si se la nombra… una sensación que también me digo y repito desde chica.
Por Candelaria Lighezzolo
Rumbo a Cachi
Alquilamos un auto que nos esperaba en el aeropuerto Güemes y salimos. Lo primero que hice fue bajar la ventanilla sin miedo al frío y me llené los pulmones, en Salta habla el sol.
Decidimos tomar la ruta camino a Cachi, pasando por Chicoana (ciudad del tamal) Cuesta del Obispo, Parque Nacional Los Cardones, Valle Encantado (donde también se hacen cabalgatas). En un zigzag uno desanda piedra y camino que te eleva hasta más de 3000 mts. de altura. Difícil ponerle palabras al poder del silencio y la desmesura de su paisaje. Alli las montañas del horizonte salen azuladas en las fotos…”es por la absorción del lente de las ondas de luz” dijo Ariel (mi compañero) sin poder evitar sus tecnicismos para explicar ese efecto en las escenas de paisajes de alta montaña a cielo limpio.
Llegando a Cachi te recibe luego de un puente, como muchos otros pueblos de aquí, una esquina con movimiento y su calle principal, la que da a la plaza. Y se dibuja el sendero por donde asoman picos nevados en el fondo -aunque no nieva- marco de belleza de este pueblo disociado del tiempo.
De Cachi no hay que irse sin pimentón y un cabrito a la parrilla en el sabor de la memoria. Ahora bajamos ( como si bajar indicara ir hacia el sur) por la Libertador General Jose de San Martin, si...la 40, la más larga de la Argentina ( y de muchos países del mundo).
Seguimos hacia Molinos y San Carlos. En este recorrido las casitas de tierra colorada son como migas en el camino, una huella de quienes vivieron, y uno imagina finales inciertos y cómo es vivir allí.
…”Hace más de dos horas que me vengo empachando de este paisaje lunar y solo avanzamos 120 kms”-...
A grandes alturas de suelos marginales para la siembra hay viñedos con resultados excepcionales que convirtieron este camino en la ruta del vino. En Colomé está la bodega que lleva su nombre con hospedaje y museo propio, Molinos, Angastaco, San Carlos, donde elijas vale la pena hacer una noche y continuar, las distancias aquí no se miden en km sino en tiempo.
Cafayate
La linda no sería Salta sin el poncho rojo de franja negra de Güemes, ni Cafayate sin sus vinos. La savia cafayateña identifica a este valle, cuna del Torrontés y el sueño de enólogos y bodegueros de todo el mundo. Recorrer las bodegas, visitar el museo del vino, perderse en los colores del paisaje y las artesanías, degustar empanadas con vino suelto, dulce de cayote y queso de cabra, todo mientras se escucha de fondo alguna zamba (o tal vez la imagino) hace del viaje una razón principal. Y todavía falta más paisaje, Quebrada de las Conchas, donde las fotos de la cámara y memoria nunca alcanzan.
Ciudad de Salta
Todo centro tiene su plaza, catedral, un cabildo y museos, y aquí cada uno merece su momento. En el museo de Alta Montaña están las momias de Llullaillaco, de las mejores conservadas en el mundo, ni lo duden. A la izquierda de la catedral atrapa la mirada (y el lente de Ariel) un balcón magnifico en madera tallada a mano cuentan, por indios de la época, ya más de 200 años y bajo pedido explícito de monjes franciscano. Y el museo de Güemes, símbolo presente en toda su tradición y el orgullo con que nace cada salteño.
El teleférico te lleva a la mejor vista de la ciudad sobre la cúspide del cerro San Bernardo, se puede llegar por tierra pero subir suspendido a cientos de metros, es una yapa indeleble.
Si de peñas se trata
La de Balderrama, la que nunca se apaga, En la calle Balcarce La vieja Estación (es con entrada) y la preferida de los lugareños, El viejo Molino, hasta que las velas no ardan, o que el duende peñero sólo se vaya al alba.
Salta es una historia y un embrujo en cada momento del año, fiestas, tradiciones, carnaval, cosecha… “bellos recuerdos que siempre guardo dentro de mi alma”