Dentro del local (había ido al de Gurruchaga 1149) lo untuoso marida con lo geek y todo era (y es) amabilidad…me sentía en casa pero rodeado de copas en mano que invitan charlas y risas.
Los wine dispensers “tanos” están atentísimos dove tutto e prego e pronto. Basta acercarles la wine card y la fuente de alegrías llena la copa de exquisiteces para todos los presupuestos.
Julián del Pino, le chef de cuisine, bajaba tagliatelle al agua hirviendo pero yo pedía mi cordero braseado con arroz pilaf y aceite de trufas. El mismísimo Paul Colina me lo había recomendado, no podía fallar.
En una danza de vapores sobre sus platos flotaban ante nosotros bondiolas de cerdo y su puré amigo, más atrás creí ver un volcán de chocolate que iba al encuentro de un Lambrusco…y así entre charlas y aromas, entre risas y besos las visiones de lujo son una constante desde mi lugar.
Claro, mi lugar.
Hoy cuarentena mediante, mi lugar es éste o 5 metros más allá…pero no puedo llegar a Vico, soy muy respetuoso de las restricciones.
Y Vico también respeta las restricciones más es hábil con las posibilidades, y aquí es donde uno lee y empieza a sonar el redo del tambor pues una posibilidad es vivir le Vico Xperience at home!
Si…lo dije! Ahora desde distintas plataformas (las usuales Glovo, Rappi, etc.) ese mismito asado braseado con puré de papas, panceta y puerro que danzaba en Honduras al final del 5700 lo puedo disfrutar en casa; esa pasta seca italiana con ragout de cordero puede llegar a mi vecino.
Pero platos de tamaña elaboración en casa?...cómo? Les aseguro que una vez que lleguen, la preparación es más easy que la de un puré instantáneo. Todo está listo.
Así pues…Vico puede estar en tu casa, y yo puedo sentir al menos en mi boca con cada bocado que nunca me fui de ahí.