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Un viñedo pionero en el sur de Trenque Lauquen

En los últimos dos años, la empresa Kikel, integrante del CREA 30 Agosto Mari Lauquen (región Oeste), incursionó en un emprendimiento vitivinícola en una zona donde no es tradicional el cultivo de la vid. La iniciativa apunta a convertirse en el primer viñedo de Trenque Lauquen y a motivar a otros productores de la zona para que incursionen en esta actividad.

“Siempre quise tener un viñedo. Cuando egresé de la universidad, viajé a Mendoza para conocer un proyecto de espárragos en el Valle de Uco, y si bien no me interesó, volví encantado con la idea de los viñedos”, comentó Francisco “Pancho” Perkins, administrador de la empresa familiar Kikel.

La idea se mantuvo presente en su cabeza durante varios años sin que pudiera encontrar la manera de realizarla, debido a sus responsabilidades y a los tiempos que dedicaba a la empresa familiar. Además, la idea de un viñedo suele estar asociada a la región de Cuyo y no a la zona pampeana.

Pero eso cambió hace dos años, cuando Pancho realizó un viaje a la provincia de Córdoba junto a los demás integrantes de su grupo CREA, y allí conoció un viñedo, cuyo propietario desmitificó la idea de que la producción vitivinícola es exclusiva de la región cuyana.


“Sin que le pregunte nada, él dijo que las uvas crecen en todos lados y empezó a nombrar distintos lugares del mundo donde se hacen viñedos, que no necesariamente están en la montaña, como en Francia, Italia y Sudáfrica”, recordó. Incluso en Argentina, los primeros viñedos se fundaron en Entre Ríos y no en Mendoza.

Rápidamente puso manos a la obra: “Ahí me cayó la ficha. Cuando volví de Córdoba, me junté con mis hermanos y con mi madre, que son mis socios, y les planteé la idea de hacer un viñedo”. Toda mi familia dijo que sí, pero comenzando con un proyecto chico, que no pusiera en riesgo las demás actividades que lleva adelante la empresa. Con ese acuerdo familiar, Pancho viajó a Mendoza y contactó a Alejandro Tosso, cuarta generación de una familia que se dedica a la producción vitivinícola y miembro del CREA Los Andes. Con él realizaron una gira para conocer viñedos, bodegas y enólogos.

A su vuelta a Trenque Lauquen, seleccionó el lugar del campo donde instalaron el viñedo, en unas lomas altas y quebradas, donde abunda el pasto llorón y que contrastan con el resto de la superficie del establecimiento, dominado por las planicies. “Cuando subimos ahí parece como si estuviésemos en la montaña”, afirmó Perkins. Estas lomas se caracterizan por ser arenosas, con una alta infiltración, que permiten hacer un manejo adecuado del agua mediante riego.

Además se analizó cómo integrar la actividad del viñedo con la producción agrícola y ganadera. “A partir de ahí empecé a pensar por qué no hacerlo entre medio del trigo, del girasol, de la soja y de las vacas”, mencionó. “El desafío inicial más grande fue animarme a hacerlo porque es algo completamente distinto. De alguna manera, no tener viñedos cerca nos desafió a pensar cosas distintas, pero a su vez quisimos basarnos en los que sabían”.




Así recibieron el asesoramiento de profesionales de Mendoza para armar los viñedos y en 2022 plantaron la primera hectárea de uvas, con el objetivo de probar las técnicas y aprender, antes de llevar adelante el proyecto completo, que se completaría con tres hectáreas en producción. En esa primera etapa se plantaron, con sistemas de espalderos, dos cepas blancas (Sauvignon blanc y Viognier) y cuatro tintas (Bonanda, Malbec, Cabernet sauvignon y Cabernet franc). En total, calculan que plantaron unas 4000 plantas por hectárea.

“El primer año fue de aprendizaje. Tuvimos un logro razonable para esa primera instancia; cosechamos pocas uvas, pero registramos más pérdidas de plantas de lo que deberíamos haber tenido. Las heladas nos agarraron con las plantas demasiado verdes y se nos murieron varias. O sea, pagamos derecho de piso. Por eso quisimos comenzar de a poco. Ahora creemos que aprendimos bastante y este año nos animamos a completar el proyecto”.

En 2024 plantaron las dos hectáreas que faltaban para completar el emprendimiento, con las cepas Malbec y Cabernet Franc. “Pensamos que el Malbec es la uva emblema de Argentina y, a la vez, sentimos que el Cabernet franc es la cepa del futuro. Por eso nos jugamos por esas uvas”, afirmó. “De todas maneras, ya teniendo las plantas podemos hacer nuestro propio vivero e ir reponiendo las cepas que queramos de un modo sencillo”, añadió.

Para 2025 esperan obtener una cosecha, pero las plantas deben esperar unos años más para poder alcanzar todo su potencial. “De todos modos ya tenemos plantas bien formadas y calculamos que vamos a tener algo de cosecha como para empezar a probar la vinificación”, adelantó.




“La idea es vinificar nosotros. Originalmente pensábamos mandar la uva a Mendoza, pero la provincia no permite el ingreso de la fruta, sólo de mosto. Así que planeamos hacer una micro bodega para vinificar directamente en el campo, que cuide muy bien la tecnología, la temperatura en el momento de fermentación, y trabajar con los mejores productos que consigamos. En principio la idea es armar una estructura básica, que vaya creciendo en la medida que crezca la producción.”, aseguró.

El proyecto estaría andando a pleno en cuatro o cinco años, cuando esperan alcanzar una producción de 20.000 botellas de vino al año. No obstante, se trata de una iniciativa de largo plazo, que podría extenderse a lo largo de varias décadas e incorporar a las próximas generaciones de la familia, y que incluso puedan sumar a la actividad otros emprendimientos, como el turismo, la gastronomía y la hotelería.

“Esa es una de las cosas que nos motivaban y nos plantea un horizonte diferente, porque con los cultivos de trigo, girasol, maíz, soja o maní, sólo debemos esperar seis meses desde que sembramos hasta que cosechamos. En cambio, el proyecto de los viñedos nos obliga a pensar de un modo completamente distinto, de aquí a cinco décadas”.

Ser pioneros en una zona que no tiene experiencia en la producción vitivinícola representa varios desafíos por delante. “Asumimos que nuestros costos no son los mismos que en Mendoza y tenemos que encontrar la vuelta para ver cómo lo manejamos, pero la idea es tratar de hacerlo con gente de la zona e ir capacitándola. Hoy nosotros nos estamos encargando del manejo diario, por ejemplo, podamos, controlamos hormigas y pulverizamos. Sabemos que vamos a tener que curar preventivamente –por el tema de enfermedades– más seguido que en Mendoza, La Rioja o San Juan, porque acá llueve mucho más. Cuando tengamos las tres hectáreas en producción, seguramente podremos cosechar sólo algunas cepas, pero cuando queramos cosechar más superficie, vamos a necesitar apoyo extra”, sostuvo.






“La idea también es generar desarrollo local. Por eso tenemos las tranqueras abiertas para cualquier persona que quiera venir a ver el viñedo. Compartimos toda la información, porque también estamos queriendo que existan más proyectos de este tipo”, dijo Perkins. De hecho, actualmente existen viñedos chicos en ciudades cercanas, como en Daireaux, y otros muy recientes que se están desarrollando en Pergamino. A otra escala, Trapiche también levantó una bodega de grandes dimensiones en la localidad bonaerense de Chapadmalal.

Pancho advirtió que si bien es deseable que el proyecto sea rentable dentro de la empresa, el beneficio logrado puede además ser capitalizado en términos culturales y emocionales. Por un lado, la iniciativa apunta a generar una planteo sostenible y diverso, donde el viñedo pueda desarrollarse a sólo 200 metros de un cultivo agrícola y 100 metros del potrero donde pastorean las vacas, con un manejo eficiente. Pero también aspira a que la iniciativa genere un fuerte vínculo en la familia, donde no sólo los une el campo, sino también el arte. “El proyecto del viñedo, que equivale a un porcentaje mínimo dentro de la empresa, tiene un valor intangible muy grande porque nos une como socios y familia”, concluyó.




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