A 185 kilómetros al suroeste de Capital Federal sobre la Ruta Nacional 205, la ciudad de Saladillo es una perla para rodearse de calma, conectarse con la naturaleza y disfrutar de exquisitos platos. Inmersa en la llanura pampeana, se destaca por su paisaje rural y la calidez de sus habitantes.
Fundada en 1863 por el entonces gobernador Mariano Acosta, Saladillo es un refugio ideal fuera del circuito convencional de pueblos rurales que alientan a desconectarse. En un entorno tranquilo y regido por el slow life, sus 35.000 habitantes se mueven sin prisa, se juntan a tomar mate en la vereda y no tienen la necesidad de cerrar las puertas de sus viviendas con llave. El nombre de la ciudad remite al particular gusto salado de las aguas del arroyo que la atraviesan.
Conocida también como “La Capital del Helicóptero”, fue la casa de Augusto “Pirincho” Cicaré, un emprendedor autodidacta que a los 21 años y tan solo con educación primaria, confeccionó el primer helicóptero mono plaza de Sudamérica.
Hoy su fábrica continúa vigente al mando de su familia y exporta a toda la región. Tierra de grandes promesas, Saladillo también vio crecer al futbolista Julio Olarticoechea apodado el Vasco, quien salió campeón del mundo en el 86. En su honor, se levantó un monumento justo en la entrada de la ciudad.
Si hay algo que caracteriza a esta localidad, además de su consolidada producción agrícola y ganadera es que aloja diversas atracciones menos populares que permiten conocer a fondo la idiosincrasia de esta ciudad. Tal como cuenta Leticia Colás, directora de Turismo, el aspecto artístico y cultural es muy valorado por estos pagos. Para los fanáticos del arte, está el museo de Susana Soba, una artista plástica y poetisa que en 1994 fue declarada ciudadana ilustre de Saladillo. En lo que supo ser su casa, una típica residencia muy atractiva de estilo colonial, se realizan exposiciones de arte, presentaciones de libros y conciertos. Los fierreros también tienen su parada insignia en El Chivo, un museo de autos antiguos de la marca Chevrolet.
Pero además de estas propuestas clásicas, si hay algo que sorprende es la cantidad de emprendimientos que desembarcaron en el último tiempo y que le dan un aire fresco a la ciudad. El Estudio 54, que remite al concepto de speakeasy -bares ocultos- está ubicado sobre la Avenida San Martín a metros de la plaza central. Es un espacio a la vanguardia que cuenta con una sala de ensayo y de grabación de primer nivel y, un bar que por el momento abre únicamente los días miércoles por la noche y que agasaja a sus comensales con una selecta variedad de tragos, whiskys y finger food. Además, funciona como salón de eventos. Su dueño, Carlos Pascual, proviene de una reconocida familia de zapateros de Saladillo quien aficionado por la música, montó este proyecto durante la pandemia.
Otra “perlita” de Saladillo es Cristina Candia, una docente ya jubilada y sommelier de té, una infusión que la cautivó desde pequeña y que mamó de sus abuelos. En un pequeño atelier con vista al campo que construyó junto a su marido y que llamó Arté, recibe a los comensales (con reserva previa) y los invita a vivir una experiencia sensorial donde ofrece una degustación de tés premium que acompaña con un delicado ágape de carácter saludable hecho por ella misma: desde pan de zapallo con hummus hasta muffins a base de harina de almendras y diente de león.
Los sibaritas también pueden deleitarse en Lindenberg, una cervecería artesanal que busca reivindicar el concepto de gastronomía “hecha en casa”. La cabeza detrás de esta propuesta es Eber Andriuolo, un publicista de pura cepa de 48 años que nació en Saladillo, pero que a los 21 años se fue a vivir a Alemania impulsado por una oferta laboral en el área de prensa corporativa de una importante empresa automotriz. En aquellas tierras se casó con una mujer alemana y tuvo cuatro hijos. Después de 16 años en este puesto, decidió dar un paso al costado e inclinarse por su gran sueño: la gastronomía.
Con este objetivo por delante se fue a Parma, Italia, a capacitarse en el rubro. Al poco tiempo y junto a su actual socio, se enteraron de que había una cervecería en la Argentina que estaba a la venta; sin demasiadas vueltas, la compraron. Pero antes de tomar las riendas del comercio, este emprendedor viajó a Newcastle, Inglaterra a estudiar técnica cervecera. Un tiempo después, en Múnich, se instruyó como sommelier de cervezas. Con todo este know-how, en 2020 le dio la bienvenida oficial a Lindenberg donde además de producir cerveza, tienen un bar que atrapa a un público de todas las edades y que funciona como punto de encuentro de los ciudadanos locales.
Su propuesta gastronómica es variada y fusiona las mejores recetas típicas alemanas con las inglesas. Algunos de los platos insignia de la casa son las salchichas y el “Gnocco Fritto”, una masa frita condimentada con sal al romero y acompañada de fetas de jamón crudo suave. Entre los postres se luce el “birramisú”, donde el ingrediente del café es reemplazado por la cerveza. Lindenberg además fue galardonada por la European Beer Star 2020 y se consagró como la primera cervecería argentina en llevarse un premio en esta competencia.
Para quienes disfrutan de un buen café al estilo italiano, una de las paradas obligatorias es Café Arabia. Su fundador es Mauro Guillen, un saladillense de 33 años que viene del mundo del diseño gráfico y la publicidad y que al igual que como le pasó a muchos, su proyecto nació en pandemia. Consternado por la falta de opciones cafeteras de especialidad en la zona, decidió incursionar en este rubro. Al principio vendía café a través de las redes sociales, mientras que en paralelo se formaba en el tema: hizo varios cursos y se instruyó con los dueños de varias reconocidas cafeterías de especialidad de la Capital Federal. Cuando se sintió seguro, montó su local en pleno centro de Saladillo planteado bajo un concepto arquitectónico simple y moderno.
Volver al pasado
En las inmediaciones de Saladillo, se destacan otras pintorescas localidades que parecen sacadas de una película del siglo pasado. Álvarez de Toledo es un pequeño pueblo de calles de tierra con una plaza central donde residen nada más que 80 personas. En el horario de la siesta parece un lugar deshabitado, sin embargo, los fines de semana se organizan torneos de fútbol para toda la gente de los alrededores. Polvaredas es otro de ellos, un pueblo que aloja varias “joyitas”. La Pintoresca es el nombre de una herrería que aún conserva su fachada original de ladrillo a la vista. Su dueño, Cacho, es un hombre muy simpático de 82 años, es la segunda generación. El oficio lo aprendió de su padre y trabajó durante toda su vida mano a mano con Pirincho Cicaré ayudándolo en la confección de sus helicópteros. A pocas cuadras de este lugar se asoma el flamante Bar Luna Park que funciona únicamente por la noche y que ofrece un servicio de pizzas, hamburguesas, picadas y asado. Pero lo sorprendente es que tiene una cancha de bochas de arcilla.
Cacho es el dueño de la herrería de Polvaredas, una de las más antiguas de la zona Alejandro Guyot
Ubicado a diez kilómetros de Saladillo también está Cazón que alberga a 200 personas. Allí hay una escuela técnica Agropecuaria donde los estudiantes producen gran parte de los alimentos de la zona en especial los que tienen que ver con los lácteos. Uno de sus últimos atractivos es La Pulpería de Cazón, una propuesta gastronómica que abrió sus puertas el último fin de semana y que invita a los comensales a saborear platos autóctonos realizados por los mismos dueños. El pequeño local ubicado en una esquina, conserva sus ladrillos, sus pequeñas ventanas y, mesas y sillas de madera. Por otro lado, los devotos de las plantas pueden darse una panzada en el elegante Vivero de Cazón, un emprendimiento familiar a cargo de Jorge y Marta Lacunza y su hijo Jorgito de 27 años. El predio cuenta con una extensa variedad de flores, árboles e incluso con una plantación de nogales que comercializan a lo largo y ancho del país.
Otra de las propuestas en Cazón es el Banquete de Bosque, una experiencia gastronómica inmersa en medio de la naturaleza. Sus cuatro dueños, Josefina Giménez Burlo, sommelier; Rafael Caporale, arquitecto; Yamila Di Renzo, chef y Pablo Savio, chef, buscan que los visitantes vuelvan a las raíces y se conecten con su ser interior. Luego de un cocktail de bienvenida, comienza una caminata de aproximadamente tres kilómetros con el foco puesto en el reconocimiento de plantas silvestres comestibles que luego serán utilizadas para preparar el menú que suele ser de seis pasos y que se marida con vinos de baja intervención. Al caer la tarde, la puesta del sol se disfruta con una sofisticada pastelería.