Por: Ivana Slipakoff
El juego siempre me pareció un recurso necesario, una herramienta indispensable para transitar el día a día. El juego, considerado desde un chiste hasta una disciplina con reglas y códigos pautados. Jugar es desconectarse un poco de las normas diarias, de los símbolos que nos rodean cotidianamente como individuos sociales.
Entender la lógica de los juegos a veces lleva tiempo, en la obra Trampa para fantasmas pareciera no ser así. La nueva propuesta de los creadores del Grupo Krapp, Luciana Acuña y Luis Biasotto - grupo que desde el año 2000 trabaja en la búsqueda de nuevas formas de expresión - propone un juego simple y claro, lo lúdico guiará todos los cuadros que componen esta obra de 60 minutos.
Pero lo interesante, además, es que este juego cómico está teñido por momentos solemnes, momentos donde nos dejan pensar y asimilar toda la efervescencia de la acción constante que requieren las pruebas lúdicas de los personajes. Los directores de la obra, en una entrevista, dicen utilizar el humor para huir de la solemnidad. Buscando el humor como forma y no buscando hacer obras con humor. Esta solemnidad por instancias es chocante y contrasta con lo que nos vienen planteando y esta contraposición es la que me empieza a atraer de la obra, el pasaje de la risa al silencio sepulcral. Este silencio me deja atónita, expectante, me cambia el registro de un segundo a otro.
Cada actor encarna diversos personajes, al comienzo los actores se presentan saliendo y entrando, cambiando su vestuario y su lenguaje corporal. Sus cuerpos son rígidos, sus miradas jocosas. Nos hacen reír. A través de una especie de concurso observamos el afán de mostrar sus cualidades- y sí que las tienen-, de contar anécdotas de la infancia hablando de la manera más rápida posible como si fuesen las bases y condiciones de una publicidad. Nos volvemos a reír.
La risa que generan durante toda la obra es una risa desprejuiciada e inconsciente, es una risa de lo más pura. Es un humor muy cotidiano, es apto para todo público. Pero como siempre hay un pero, lo cómico viene acompañado de un trasfondo bélico.
Se escuchan tiros, todos corren hacia ningún lado. De repente cesan los ruidos y sigue todo como si nada. Siguen probando sus destrezas físicas, jugando, divirtiéndose...es la calma que antecede a la tormenta.Todo es confuso, momentos como los de guerra generan quiebres en la sociedad, ellos juegan para transitar la realidad, imaginan y crean.
El cruce entre la guerra y el arte se vuelve claro en una proyección sobre una mesa en la que vemos un texto, como si fuese un subtitulo huérfano, que habla de la guerra y muestra los barcos que utilizaban en la Segunda Guerra Mundial. Éstos tenían una fachada pintada con motivos surrealistas y/o cubistas para distraer al enemigo. “Somos soldados artistas. Artistas de la guerra. Seremos apenas una ilusión. Leopardos disfrazados de leopardos” Así dicen los textos proyectados.
En una de las últimas escenas todos los personajes menos una mujer utilizan trajes de enredaderas, parecen Chewakas de Star Wars pero orgánicos. Son similares a como en la guerra de Vietnam cubrían las entradas a los túneles para que los estadounidenses no las vean.
Los seres verdes se van agrupando para formar diversos objetos, para jugar con el imaginario de quienes observamos. ¿Qué son? ¿Qué veo? ¿Qué quiero ver?. También pienso qué será lo que ven los demás espectadores, ¿Qué es lo que ve la persona que tengo alado?. Siento que nos están ofreciendo una animación, que es un juego para quienes observamos. Estamos adivinando qué es lo que los cuerpos de hojas quieren que veamos en ellos, qué forma adoptan y cuál adoptarán.
Un poco el juego de la obra es pensar que es lo que vemos y qué es lo que realmente existe. Me voy pensando si esta diferenciación es importante, ¿queremos saber lo que realmente es o queremos ver lo que nosotros deseamos ver? ¿Somos una ilusión? ¿Somos nuestra propia ilusión?
Es una trampa para fantasmas, una trampa para lo que no vemos si sólo nos enfocamos en lo que para nosotros es real.
Ficha técnica
Intérpretes: Milva Leonardi, Alejandro Alonso, Francisco Dibar, Quillén Mut Cantero, Ana García.
Asistencia: Paula Russ / Carolina Basaldúa
Música: Gabriel Chwojnik
Iluminación: Matías Sendón
Arte: Mariana Tirantte
Video: Alejo Moguillansky
Fotografía: Agustin Mendilaharzu
Post producción Fotográfica: Inés Duacastella
Realización: Julio Sosa
Producción: Gabriela Gobbi
Dirección: Luciana Acuña y Luis Biasotto
FUNCIONES SABADOS 23 HS hasta el 3 de noviembre inclusive
GALPON DE GUEVARA, Guevara 326
Localidades $250. Reservas 011 3908-9888 y www.galpondeguevara.com