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Pueblos rurales no quieren morir por coronavirus

Los científicos, médicos, medios, economistas, la política en general se están ocupando todo su tiempo en analizar y medir mucho el efecto que va a dejar el Covid-19 y que su impacto sea lo más bajo posible en las vidas de los argentinos. Pero los problemas grandes no son solo de las grandes ciudades, son también de los pueblos chicos, los del otro lado de la ciudad y más allá.

El 7 de julio de 1995 estos pueblos empezaron a morir - les sacaron los trenes-, pero muchos años más tarde se empezaron a reinventar. Son pueblos que estuvieron olvidados por un largo tiempo, pero que con el turismo se convirtieron en los últimos años en “pueblos turísticos” por excelencia y visitados cada vez por más gente: Capilla del Señor, Carlos Keen, Azcuénaga y tantos más que hay a lo largo del país, hasta incluso los “Pueblos Originarios”. Estos pueblos han logrado recuperar lo autóctono de la Argentina tierra adentro.

 

Post pandemia el turista va a buscar atención personalizada, lugares con mucho espacio, con limitación a la cantidad de personas en restaurantes, hoteles y atractivos y acá la hospitalidad que caracteriza a la gente de pueblo, juega un rol clave. Desde mozos, parrilleros, enfermeros, ferreteros, almaceneros, maestros, cada uno desde su rol y la función que les toca, están preparados para recibir y cuidar de la gente que los elige y visita.

La actividad de estos pueblos es esencial para su subsistencia. Por esto es vital que se piense en cómo instrumentar el día después que se levante el aislamiento social en estas zonas. La pandemia hará que la gente modifique sus hábitos turísticos y va a obligar a cambios profundos en el sistema sanitario. Estos pueblos no tendrán problema alguno para adaptarse a las nuevas regulaciones, incluso pueden ser una solución a la hora de implementar el proceso en las grandes ciudades, ya que pueden ayudar a evaluar cómo se comporta la gente. Hay campo y tierra de sobra para respetar las distancias. Si no se empieza a pensar en ellos, será momento de empezar a aceptar que la gran ciudad recibirá más mecánicos, gomeros, almaceneros, cocineros, oriundos de estos pueblos turísticos.

 

El turismo interno será clave para la economía del país, ya que los viajes cortos, de proximidad, se potenciarán y así el campo y el turismo rural, se convertirán en la primera opción para muchos argentinos. Tardaremos muchos meses en recibir turismo internacional debido al miedo al contagio, a un rebrote y sufrir un aislamiento lejos de las casas.

La pandemia del Covid-19 nos demostró que la hipermovilidad humana a lo largo y ancho del planeta no era sostenible y obligó a detenerla de manera abrupta. Esta señal debería ser interpretada por los gobiernos nacionales como una oportunidad para impulsar el turismo entre casa, a lo largo y ancho del país, que es fundamental para el desarrollo de las economías regionales y con este, el crecimiento sostenible de un país.

 

Mi pregunta es ¿qué pasaría si el día que levanten el aislamiento, estos pueblos turísticos quedamos fuera de los decretos y ayudas por parte de los gobiernos? La toma de decisiones y el plan en acción que tomen quienes nos lideran serán un punto de inflexión para seguir teniendo a estos pueblos fortalecidos o por el contrario, dejarlos morir.

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