Un árido y yermo paisaje de desierto peruano sin casi vegetación ni señales de vida domina actualmente la Ciudad Bicentenario, una inédita urbe de 3.000 millones de dólares que se proyecta totalmente desde cero en este inerte paraje como modelo para cambiar por completo la caótica expansión urbana de Perú.
Sobre este espacio de más de 8.000 hectáreas, el último de propiedad pública con esas dimensiones que queda a las afueras del área metropolitana de Lima, recae la gran esperanza de crear la primera ciudad del siglo XXI en Perú, amigable con el medioambiente, resiliente al cambio climático y cómoda para sus habitantes.
“¿Es ambicioso? Sin duda, porque es una experiencia inédita para el Estado peruano, pero va a ser un reto formidable”, afirmó en una entrevista con Efetur el viceministro de Desarrollo Estratégico de los Recursos Naturales del Ministerio de Ambiente, Gabriel Quijandría.
El faraónico proyecto, donde se espera que vivan unas 150.000 personas dentro del distrito limeño de Ancón, parece más propio de un país de Oriente Medio como Dubái o Arabia Saudí, aunque con una diferencia primordial, según Quijandría.
“Los proyectos de los Emiratos son una creación en la nada de algo bastante artificial. (…) Aquí la idea es que la ciudad esté integrada con el paisaje, cosa que no ha ocurrido en Lima, donde se ha invadido el paisaje en zonas muy inadecuadas”, recordó.
Consecuencia de esas urbanizaciones sobre ríos secos son las graves inundaciones padecidas por los peruanos en el fenómeno climático de El Niño en 2017, producto de fuertes e inusuales lluvias en la costa desértica de Lima que generaron grandes aluviones conocidos en el país con la palabra quechua “huaicos”.
Precisamente, el diseño de la Ciudad Bicentenario, llamada así por los 200 años de independencia de Perú que se celebrará en 2021, tendrá como prioridad evitar este tipo de desastres y servir de modelo de urbe sostenible.
Página en blanco
Así, el enclave de la Ciudad Bicentenario, aún impoluto de cualquier invasión, es “una página en blanco” para cambiar este paradigma.
Lo esencial será respetar y salvar la parte alta de las lomas para que no se colmen de improvisadas viviendas, como sucede en otras partes de la capital peruana. Con ello se preservará un ecosistema muy particular que desde 2019 está protegido.
Durante el invierno esas cimas secas y desnudas reverdecen al atrapar la neblina y la humedad que llegan del océano Pacífico y dan lugar a la flor de Amancaes, una especie endémica y emblemática de Lima, cuyo color amarillo brilla fugazmente por unas pocas semanas.
En la parte baja de las lomas habrá un cinturón verde de 2.000 hectáreas de árboles “que sirva de zona de esparcimiento pero también de zona de amortiguamiento del impacto urbano y de conexión con el entorno natural”, detalló Quijandría.
Ese espacio equivaldrá en tamaño al 60 % de la superficie actual de áreas verdes que tiene Lima, donde predomina el gris de sus edificios y de su cielo, y para su riego se reciclará el agua usada en viviendas e industrias.
Viviendas, trabajos y servicios
La primera piedra de la Ciudad Bicentenario será el mayor polo industrial del país, al que se destinará un espacio de 1.338 hectáreas y cuya licitación planea lanzar a mitad de octubre la gubernamental Agencia de Promoción de la Inversión Privada (Proinversión). En 15 años se prevé que esté concluida esta parte.
“La industria es la que genera los empleos, y a partir de ahí se desarrolla la ciudad alrededor con todos sus servicios para las personas que trabajen ahí, y no al revés como ha sido hasta ahora”, remarcó Quijandría.
También se ha previsto un espacio de 26 hectáreas para que el Ministerio de Salud construya, si así decide hacerlo, el hospital más grande de Perú, que servirá para toda la parte norte de Lima, que ahora debe viajar hasta el centro de la capital para recibir atención médica especializada.
La zona también tendrá una estación del tren de cercanías proyectado para la zona norte de Lima y un núcleo logístico de 300 hectáreas para las mercancías que se muevan entre los puertos del Callao, el más grande de Perú, y el de Chancay, que ya está en construcción para exportar principalmente minerales.
Con esta serie de infraestructuras diseñadas de manera conjunta por primera vez en muchas décadas en Perú, algo que parece una utopía en un país acostumbrado a vivir más en el corto plazo, la Ciudad Bicentenario puede marcar un punto de inflexión para planificar el desarrollo de sus ciudades en los próximos cien años.
Planificada “de arriba a abajo”
Para ello se pretende seguir un camino radicalmente opuesto al absoluto desorden que ha tenido el crecimiento de Lima, la quinta ciudad más grande de Latinoamérica, cuya población se ha disparado en los últimos años hasta los 10 millones de habitantes.
Buena parte del incremento de la población limeña se debe a la masiva migración de otras regiones del país, especialmente de los Andes, desde la época del conflicto armado interno (1980-2000) desatado por organizaciones subversiva como Sendero Luminoso y el Movimiento Revolucionario Túpac Amaru (MRTA).
Hasta ahora llegan migrantes de otras regiones del país a los suburbios de Lima, donde protagonizan lo que se conoce como “invasiones”, pues ocupan lomas y cerros para erigir precarias viviendas allí donde solo hay desierto, sin ningún servicio público, pero donde proliferan los traficantes de terrenos.
El fenómeno es tan numeroso que resulta un jugoso granero de votos en épocas de elecciones municipales, pues los candidatos prometen títulos de propiedad y servicios como luz y agua, lo que luego obliga a expandir las ciudades hasta esos empinados cerros.
“Ahora vamos a probar la forma inversa en el proceso de toma de decisiones: de arriba a abajo, en lugar de abajo a arriba como hasta ahora”, comentó Quijandría.
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