Noviembre es el mes en el que se hace la esperada “arrancada” del calçot, cuando se sacan de la tierra las primeras unidades de esta cebolleta tierna, pero este año los productores ven con temor la llegada de esa fecha.
El presidente de la Indicación Geográfica Protegida Calçot de Valls, Francesc Xavier Amill, explica a Efeagro que en esta ocasión están intentando retrasarlo al máximo, a la espera de que se levanten las restricciones en las diferentes regiones y, sobre todo, en Cataluña, donde están cerrados restaurantes y bares y donde se produce y se consume mayoritariamente este producto.
Pero esta espera no la hacen quietos, sino que están pensando en alternativas posibles para no dar por perdida esta campaña, como impulsar recetas que tengan incorporado este vegetal o intentar impulsar el envío de calçots ya cocinados.
“Cualquier plato que puedas hacer con cebolla lo puedes hacer con calçot y el sabor te queda más dulce”, asegura Amill, quien propone recetas como croquetas, tortilla o calçots rebozados, que, para los más apasionados, podrían incluso congelarse y durar más allá de la temporada.
Pese a que la temporada comienza en noviembre, la época alta de consumo no llega hasta finales de enero y se mantiene hasta Semana Santa.
Cuando el Gobierno decretó el primer estado de alarma por la pandemia del coronavirus el pasado marzo, todavía quedaba mes y medio de temporada, por lo que desde la IGP lanzaron varias campañas por redes sociales para promover la cocina del calçot en las casas de los amantes de este producto y “la gente respondió”, enfatiza Amill.
“Lo mejor sería que abrieran los restaurantes, que la gente de toda Cataluña y España, que viene un montón de gente a hacer calçotadas en esta zona, pudieran venir”, explica el presidente, quien recuerda que los calçots son tan importantes como el “aspecto social” y la tradición que los acompaña.
Una comida sin prisa pero con miedo al “batacazo”
“Es una comida que no necesita prisa. Al contrario, el aspecto de la calçotada es que se encuentra un grupo de gente, que van haciendo la calçotada, van hablando de diferentes aspectos, de política, de deportes, de lo que sea, y es un acto social”, insiste.
Sin embargo, pese a las diferentes alternativas que puedan salir por parte de los productores de este producto de indicación geográfica, que se extiende por cuatro comarcas de Tarragona (Alt Camp, Baix Camp, Tarragonès y Baix Penedès), si no se abren los restaurantes y masías durante la temporada alta, la temporada sería un “batacazo”.
Ante las negras perspectivas que acechan al sector, los agricultores han producido menos, aunque Amill reconoce que todavía es difícil saber “el porcentaje exacto” de cuánto saldrá este año.
Sea como sea, el sector no pierde la esperanza de que la actividad se reactive en los primeros meses de 2021.
Un sector que no para de crecer
Incluso con el cierre de establecimientos del pasado marzo, registraron 16 millones de calçots, un contraste frente a las 400.000 unidades que registraron hace 25 años, por lo que esperan poder recuperarse incluso con los servicios paralizados en noviembre, diciembre y comienzos de enero.
Con embajadores en todo el mundo
Amill recuerda también que los calçots van mucho más allá de Cataluña y España, ya que envían pedidos a todo el mundo.
“Tenemos unos grandes embajadores del tema de la calçotada, que son los casales catalanes, que están en Europa o fuera. Mucha gente se acuerda de que aquí hacía la calçotada, nos compran aquí, invitan a gente de la ciudad donde estén y hacen la calçotada”, asegura el presidente, quien celebra que “catalanes hay en todo el mundo”.
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