El queso Gamonéu está tan ligado a los Picos de Europa, que es casi imposible entender esta delicia gastronómica íntimamente vinculada a la sabiduría y la supervivencia humana durante siglos, sin una inmersión en este medio tan singular como es el “ecosistema Picos”.
No se sabe con certeza cómo ni cuándo surgió, ni quién o quiénes fueron los pioneros en la elaboración de aquel primer Gamonéu. La única certidumbre es que este gran señor de la montaña y del valle forma parte del compendio de esas imprescindibles creaciones humanas anónimas.
Un secreto transmitido de generación en generación
Tanto los mayores como los más jóvenes afirman con rotundidad haber aprendido todos los secretos de su elaboración de sus padres o abuelos, y éstos a su vez de los suyos. Así que la historia del Gamonéu es la del saber y el sabor transmitido de generación en generación.
Pocos quesos hay en el mundo que tengan dos variantes con tanta personalidad: el Gamonéu del puerto y el del valle, y pocos quesos hay en la península ibérica que se elaboren a tanta altitud, refiriéndonos específicamente al del puerto.
Y por supuesto, pocos quesos hay en el mundo que se hayan gestado y se produzcan en paisajes tan sublimes como las vegas y majadas de los mismísimos Picos de Europa.
Para ser más precisos, de los tres macizos que constituyen los Picos de Europa, es el occidental - también conocido como el Cornión - donde los ganaderos mantienen viva la elaboración de este tesoro de cilíndricas formas. El Gamonéu se hace tanto en las majadas como en los pueblos y madura en cuevas, unas de tantas que existen en los kársticos y horadados Picos de Europa.
Dos variantes y un destino
El Gamonéu del puertu es de las dos variantes, la más estacional, pues se elabora de junio a setiembre en los puertos altos de los concejos de Onís y Cangas de Onís, y son numerosas y bellísimas todas las majadas donde nace este preciado manjar. Nombres casi míticos como Orandi, Huesera, Gumartini, Fana, Comeya, Enol, o Ercina, todas ellas en la vertiente canguesa, o Soñin, Belbin, Parres, Las Bobias, Las Fuentes, Vega Mayor o Ario, en la parte de Onís, componen la gran geografía del Gamonéu de las alturas.
En el Valle la producción no es estacional, sino que durante todo el año en las aldeas se trabaja intensamente para tener el mejor queso.
El Gamonéu, que toma su denominación del topónimo que da nombre a dos pueblos: Gamonéu de Cangas y Gamonéu de Onís, es mucho más que un queso. Es una seña de identidad que ha pervivido y subsiste casi milagrosamente hasta hoy. Una seña de identidad que fusiona tres leches: de vaca, cabra y oveja. Y también un valor tradicional, que es fuente de creatividad e innovación constante para la cocina de autor.
Por eso, adentrarte en una ruta del queso Gamonéu te resultará gratificante, didáctico y muy sabroso.
Un itinerario rico rico
Un recorrido por los dominios del Gamonéu en la parte de Onís te dejará francamente sorprendido para bien, como no podía ser de otra manera.
Tu primera parada de este periplo quesero será en Benia, capital del concejo de Onís, y epicentro del “planeta Gamonéu”, junto con el concejo vecino de Cangas de Onís.
Precisamente en Benia se celebra anualmente (el último domingo de octubre) el Certamen del queso de Gamonedo, cita que trasciende las fronteras locales, para convertirse en un gran evento gastronómico y costumbrista donde podrás degustar y adquirir los mejores gamoneos del mundo, siempre en un animado ambiente.
Y es que Benia es un pueblo con mucho tirón y con sereno encanto. Bares y restaurantes donde se degusta cocina casera asturiana, de la de siempre, con mucho ambiente; pequeñas y apacibles plazas para tomarse un refrigerio, un vermú o para tertuliar en torno a un café; lugareños hospitalarios y avezados al ir y venir de turistas; queserías y tiendas gastronómicas; hoteles con encanto perfectos para relajarse. Y en medio del pueblo, como símbolo identitario de que estamos en una de las capitales del Gamonéu, una escultura que recrea la escena repetida durante siglos en la zona: un pastor con su perro, ese amigo fiel que lo ayuda con el ganado en los puertos y majadas…
Después de un tranquilo paseo por Benia es el momento de adentrarse en la belleza de las tierras altas y tomar dirección a los pueblos de Gamonéu de Onís y de Cangas.
Subes y subes y vas dejando en el camino aldeas tan renombradas como Bobia Baxu o Bobia d’Arriba y de repente te aparece Demués, como descolgándose de una loma.
Un camino de ensueño hacia la majada de Soñin
Allí en Demués tomarás a pie una pista, que te conducirá entre impresionantes vistas panorámicas a la majada de Soñin. Es un trayecto ideal para disfrutar del paisaje, donde verás a lo lejos Gamonéu de Onís, descolgado literalmente de la ladera de la montaña como si fuera un escalador rapelando. A medida que ganas en altitud el paisaje va abandonando la frondosidad y se convierte en una infinita galería al aire libre con una visión 360 de montañas y montañas que llegan hasta el mar. Precisamente el mirador de Camba, de camino hacia Soñin, te permitirá otear la belleza sin límite y concienciarte de la abrupta orografía del Gamonéu.
En el camino hacia las majadas, con suerte te encontrarás pastores, con sus rebaños de ovejas y cabras, con sus perros, con sus vacas… Te darás cuenta que te aproximas al alma del Gamonéu.
Y así poco a poco, casi por arte de magia, llegas a Soñin, majada sublime en la que inicias tu bautismo en los territorios del Gamonéu del puerto. Entras en el idílico mundo de los pastores de Picos de Europa que desde tiempo inmemorial han sobrevivido en las altas montañas haciendo quesos. Esos quesos que durante décadas les sirvieron como moneda de cambio para el trueque y para mejorar sus condiciones de vida, antaño nada fáciles.
Belbín, una majada de película
Tras deleitarte en Soñin (adonde puedes llegar en coche), puedes tomar la pista (ésta ya a pie) que te llevará a Belbín, y al inicio del camino gozarás de una vista espectacular de la famosa Vega de Comella - donde antaño hubo un lago - y también vislumbrarás algunas cumbres del macizo Occidental de los Picos de Europa, con sus tonos calizos y sus neveros que relucen con el sol y parecen acariciar el cielo.
Enseguida te encuentras con la vega Las Mantegas, llamada así por las muchas mantecas que los pastores elaboraban en el puerto. La vega es llana, verde, tranquila, ideal para hacer una parada contemplativa. En un tris, tras rebasar la vega, aparece ante tus ojos Belbín, adonde llegarás después de una media hora de relajada caminata desde Soñin.
Belbín se te antoja como una gran anfiteatro verde poblado de cabañas y vacas, que con sus lloqueros (esquilas) son las protagonistas de un concierto con la mejor acústica del mundo, con los sonidos que alcanzan las cumbres y las nubes.
En Belbín pierdes la noción del tiempo y del espacio. Estás como inmerso en una novela pastoril o en el plató de una película de lo más natural. Y podrás acercarte a la alquimia del Gamonéu del puerto, si tienes la suerte de encontrarte por allí a los pastores.
Dos pueblos y un solo queso
Con mucho pesar, sentirás que llega la hora de regresar, porque además en la ascensión te has perdido la visita a Gamonéu de Onís y de Cangas.
La verdad que estos dos pueblos que comparten nombre y buen vecindario son lugares en los que merece la pena detenerse. Sus vecinos son tranquilos y hospitalarios, y enseguida te cuentan todo tipo de historias sobre el queso y la zona, y te invitan a probarlo si lo tienen a mano.
Estas dos aldeas resumen en su geografía el espíritu del queso Gamonéu: escarpadas y en las alturas, como mirando al cielo pero con los pies muy en el suelo. Sobrias y humildes. Llenas de secretos. Guapas y discretas. Llenas de saber y de sabor, como el mejor de los quesos al que dan el nombre.
¡Saborea la ruta del queso Gamonéu en toda su plenitud y compártelo en Facebook con tus amigos!
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