El calor aplastante se respira a pesar de que en la sala corre un aire templado. La capacidad del buen teatro de trasladar al espectador a otro tiempo y espacio ya se aprecia al comienzo del espectáculo. Un patio de una sencilla casa de huéspedes situada en un pueblo remoto del interior correntino. Sábanas colgando, una pelopincho, una mesa larga y reposeras. Reina un silencio de siesta. Humedad.
Celeste - joven, verborrágica, entusiasta - le relata a Celina - más pausada y reflexiva – sus planes para la noche del carnaval que se hará en homenaje a La Pilarcita, una santa local. La celebración tendrá lugar pronto. Pobladores locales y turistas se congregarán y acercarán ofrendas para pedir por sus distintos menesteres.
En eso, arriba al paraje Selva, junto al enigmático Horacio – de quien solo sabremos hacia el final de la obra -. Oriundos de la ciudad de Santa Fe. De otra clase social, de otras costumbres y estilos de vida, los visitantes entran en permanente cortocircuito con la vida pausada y humedosa del pueblo correntino.
Sin embargo, las trayectorias de los deseos tienen puntos de contacto. Celeste y Selva mutan al encontrarse, su cruce las impulsa a salir del anquilosamiento que no distingue entre pueblos y ciudades. La tierna mirada de una joven que, con genuina curiosidad y deseo, anhela irse a otros pagos, conocer otra realidad, otra vida, se encuentra con la cansada y apesadumbrada mirada de una mujer que corre atrás de su gran amor. Huir de aquellas soledades, casi arquetípicas, se hace inminente.
“La desgracia es lo que se puede evitar y sucede igual” define con agudeza una de las protagonistas. ¿Como salir de la repetición, de la abulia, del lugar al que a uno le reservaron? Los personajes hacen ese esfuerzo, con dolor, pero con alegría. La Pilarcita produce el milagro de la transformación y la magia se hace presente.
Salgo del teatro y pienso que, como dicen, al fin y al cabo, lo que uno quiere es escuchar una buena historia, y que esa historia esté bien contada. La obra escrita por María Marull es precisamente eso. Una narración de singular belleza, impregnada de realismo mágico y una sencillez tierna pero movilizante. Maravillosas actuaciones de Pilar Boyle, Julia Catalana y Mercedes Moltedo. Hermosa música ejecutada por Francisco Ruiz Barlett, que logra ir sustentando el desarrollo de la historia y que se constituye como un elemento narrativo fundamental.
La Pilarcita entra en su séptimo año de trayectoria, habiendo participado en múltiples festivales y giras nacionales, y siendo sumamente reconocida, premiada y ovacionada. Sigue siendo una de las imperdibles del teatro porteño.
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Actúan: Pilar Boyle (Celina), Julia Catala (Selva), Mercedes Moltedo (Celeste) y Francisco Ruiz Barlett (Hernán)
Asistente dirección: Sofía Salvaggio
Escenografía: Alicia Leloutre y José Escobar
Iluminación: Matías Sendón
Vestuario: Jam Monti
Canciones: Julián Kartun (música) y María Marull (letra)
Diseño gráfico: Natalia Milazzo
Fotografía: Sebastián Arpesella
Fotos de escena: Mariano Assef
Prensa y difusión: Carolina Alfonso
Dramaturgia y dirección: María Marull