La escultura, de 2000 años de antigüedad, llegó a la Argentina en el marco del G20 y puede admirarse en el hall del Museo Nacional de Bellas Artes.
El Museo Nacional de Bellas Artes presenta en su hall a la imponente Afrodita de Capua, una escultura realizada durante el imperio de Adriano (117-138 d. C), proveniente del Museo Arqueológico Nacional de Nápoles. La exhibición de esta obra maestra del arte clásico forma parte de las relaciones e intercambios culturales entre los Estados italiano y argentino, y se lleva a cabo en el contexto de la cubre del G-20, cuya sede 2018 es en nuestro país.
Son muchas las esculturas de la Grecia Clásica que se conocen en la actualidad. Sin embargo, no todas llegaron de primera mano. Los romanos, en su afán por aprender, igualar o mejorar la técnica, copiaron y reprodujeron gran cantidad de ellas, las cuales habían sido realizadas en la tierra vecina durante los siglos V y IV antes de Cristo.
Se dice que los griegos tenían una estética muy singular y pintaban sus creaciones de varios colores y con tonos chillones. El blanco solo fue producto del tiempo. No se sabe a ciencia cierta cómo lucían las esculturas, pero rastros de aquellas pinturas se descubrieron gracias a la tecnología aplicada por restauradores y conservadores. En cuanto a copias romanas, la Afrodita de Capua es un buen ejemplo y llegó a la Argentina para exhibirse en el hall central del Museo Nacional del Bellas Artes.
Creada durante el Imperio de Adriano, aproximadamente en el año 130 después de Cristo, se trata de una pieza en mármol blanco de 2,2 metros de alto, que representa el mito de la diosa grecorromana del amor y la belleza. Basada en un modelo griego ejecutado en bronce hacia finales del siglo IV antes de Cristo, se presumen que esta Afrodita de Capua como la famosa Venus de Milo son copias de una original perdida, atribuida a Lisipo: uno de los grandes escultores de la Grecia Clásica.
El nacimiento de Venus
Según cuenta el antiguo historiador griego Hesíodo en su Teogonía, el dios del tiempo Cronos castra a su propio padre Urano, señor de los cielos, por ambición y poder. Desmembrado, arroja sus restos al mar, donde de la espuma nace la diosa Afrodita para la mitología griega. Con el tiempo, los romanos adoptaron la misma constelación de divinidades, cambiando simplemente los nombres. Afrodita, para ellos, será conocida como Venus.
Son muchas las significaciones y sentidos que se le dio a esta diosa a lo largo del tiempo. Musa de poetas, pintores y músicos, se la representó de forma ambivalente: como inalcanzable y celestial, y a la vez, seductora y terrenal. En la región del Lacio, aproximadamente durante el año 290 antes de Cristo, se le construyó su templo más antiguo para su adoración y suerte en el amor.
El traslado
Los responsables del emplazamiento en el hall del Museo Nacional de Bellas Artes llegaron con el italiano Giovanni Cirella del Museo Arqueológico de Nápoles para custodiar la escultura de 750 kilos.
Junto con el cuerpo profesional del Museo argentino, trabajaron en conjunto para llevar adelante el montaje, de acuerdo con todos los requerimientos de una obra de tal envergadura.
La escultura
La figura presenta a Afrodita semidesnuda y en contrapposto, posada sobre su pierna derecha, con el pie izquierdo apoyado sobre un casco. Un himation o paño drapeado cubre la parte inferior del cuerpo, sostenido por la rodilla de la pierna izquierda ligeramente doblada. El cabello está dividido en la frente y recogido en la nuca. En el rostro ovalado se distinguen los ojos almendrados y unos labios bien dibujados. La parte superior del cuerpo y la cabeza giran apenas hacia la izquierda, mientras que los brazos se elevan para sostener –casi con seguridad– el escudo de su amante Ares, dios de la guerra en la mitología griega, donde la mujer contempla su imagen como si se tratase de un espejo.
Una de las interpretaciones del tema representado refiere al mito romano de la victoria de Venus sobre Marte, una alegoría del triunfo del amor sobre la guerra. Esta lectura puede vincularse, además, con la adoración de Venus Vincitrix en Capua, luego de que Julio César la convirtiese en colonia de veteranos, en el año 59 a. C., y la eligiera como deidad protectora de la ciudad.
Por su parte, el director del Museo Nacional de Bellas Artes, Andrés Duprat, explica: “El enigma de esta escultura, cifrado por el pudor y la serenidad clásicos con que se anudan lo sublime y la más terrenal de las carnalidades, le infunde tal potencia iconográfica que resulta difícil pensar la figura femenina, al menos desde el Renacimiento, sin ella”.
Hasta el 17 de febrero, la obra podrá verse en el hall central de la planta baja, en los horarios de ingreso al Museo: martes a viernes, de 11 a 20, y sábados y domingos, de 10 a 20. Acompañando la exposición, la Embajada de Italia y el Istituto Italiano di Cultura de Buenos Aires realizarán actividades de extensión cultural.