En Nueva Zelanda, la catapulta es una de las atracciones radicales más nuevas.
Inaugurada hace dos semanas por la empresa AJ Hackett Bungy, en la región de Queenstown, Isla Sur de Nueva Zelanda, la catapulta Nevis arroja a los aficionados de adrenalina a casi 150 metros de distancia a una velocidad que puede llegar a 100 km / h en sólo 1,5 segundos. El proyecto fue desarrollado por Henry van Asch, que estableció en 1988 la primera operación comercial de bungy jump del mundo.
La pequeña ciudad de Queenstown, en la Isla Sur de Nueva Zelanda, es el destino perfecto para los aficionados de adrenalina. Tanto que es conocida como la capital mundial de la aventura. Bungy jump, paracaídas, paseos en barco a chorro y rafting son sólo algunas de las atracciones disponibles.
Ahora, la empresa AJ Hackett acaba de anunciar una recién inaugurada catapulta, iniciativa inédita que arroja visitantes de todo el mundo a casi 150 metros de distancia a lo largo del Valle Nevis.
Vale recordar a los argentinos pueden llegar a Nueva Zelanda desde Buenos Aires, en vuelos directos de 13 horas de duración.
La catapulta utiliza un sistema de cabrestante de alta velocidad creado a medida y desarrollado durante años de investigación, y sigue reconocidos estándares internacionales de seguridad.
"La combinación de velocidad, altura y vuelo es algo que el mundo nunca ha visto", afirmó el director ejecutivo de Turismo de Nueva Zelanda, Stephen England-Hall. "La catapulta Nevis va a inspirar a los aventureros de todo el mundo a visitar Queenstown para probar aún más sus límites."
Un poco de historia acerca de la catapulta:
¿Donde nació la catapulta?
Se cree que la catapulta (katapeltikon) fue desarrollada alrededor del año 400 a de C. en la Ciudad griega de Siracusa, por ingenieros y artesanos en el reinado de Dionysius I. Las catapultas se mencionan en Atenas en el año 360 y 350 a. de C. Ya en el 330 se entrenaban a los hombres jóvenes rutinariamente en su uso.