DESTINOS

Esquel se vive en otoño

El otoño de Esquel pone a prueba los sentidos, con paisajes que adquieren tonalidades conmovedoras. Entre las opciones que se ofrecen al público, dos excursiones de dificultad media invitan a las familias a introducirse en la majestuosidad de una geografía sin igual: Piedra Parada y Puerto Chucao.


La Gigante de la Estepa


La excursión a Piedra Parada arranca bien temprano en Esquel y culmina durante la tarde. Tras un desayuno liviano, hay una hora y media de viaje hasta Gualjaina, en el departamento Cushamen: pequeña localidad de origen puelche, cuyo nombre hace referencia a un cañadón de raíz volcánica.

El viaje de casi 85 kilómetros comprende un primer tramo sobre la Ruta 259, otro por la mágica Ruta 40 y unos 60 kilómetros sobre la Ruta provincial 12; que conducen hacia una inmensa área protegida por guardafaunas, que es elegida por observadores de aves, amantes del turismo de aventura, particularmente de la escalada, y curiosas familias, ávidas de sorprenderse con un viaje sin escalas a la prehistoria.

Gigantescas formaciones geológicas marcan a fuego esta geografía de estepa patagónica, ubicada en el corazón del Valle del Río Chubut y modelada hace miles de años, entre explosiones volcánicas y el descongelamiento de los hielos de la cordillera.

La famosa piedra parada que da nombre al recorrido, se haya curiosamente en medio del llamado Cañadón de la Buitrera. Mide unos 200 metros de altura y en su superficie, hay fósiles de animales de mar, caracoles y almejas.

Cuenta la historia que el cañadón fue la caldera de un volcán prehistórico, cuya boca, tras una inmensa erupción, llegó a medir más de 25 kilómetros. Fruto del posterior descongelamiento de los hielos cordilleranos, la zona quedó atravesada por un sinfín de coloridos minerales que hoy constituyen un peculiar atractivo para los visitantes, que se emocionan al descubrirlo.

En los ocho kilómetros que tiene de largo el cañadón, hay aleros que son estudiados por el CONICET y paredones de piedra que superan los 150 metros de altura, y que representan un convocante desafío para los amantes de la escalada. Año tras año, muchos practicantes extranjeros de esta disciplina llegan al lugar para probarlo.

En el lugar, además, bandurritas, cachuditos, palomas cordilleranas y aves rapaces como el ñanco, los caranchos y las águilas, conviven y anidan; constituyendo un tesoro invaluable para observadores avezados, que se sorprenden al ver la diversidad de especies por familia que pueden llegar a encontrarse.

Otro de los elementos sorprendentes de este parque inasible, se halla en lo que fuera la boca del volcán. Allí, conformando una loma negra, se encuentra vidrio volcánico que emergió de las fauces de la tierra y se solidificó al enfriarse. Ese material fue utilizado por los primeros hombres y mujeres para elaborar puntas de flechas. También se sacaba de este vidrio petrificado, material vitrofídico que era  utilizado en la confección de raspadores para limpiar la carne de los cueros de animales, que luego se utilizarían para abrigarse y protegerse del frío.

La cosmovisión tehuelche, presente en pinturas rupestres de flores y punteos que dan cuenta del recorrido de los fallecidos hacia el cielo, constituyen otro capítulo del viaje en el tiempo de este lugar.

Colores mágicos del otoño


La excursión de Puerto Chucao sale a las diez de la mañana desde Esquel y tras 45 kilómetros de viaje, hace su primera parada en Villa Futalaufquen, donde se ingresa al por la portada centro al Parque Nacional Los Alerces, declarado Sitio de Patrimonio Mundial de la Humanidad por la UNESCO.

La travesía demanda un día completo y recorre 80 kilómetros en su totalidad. Conforme se toma distancia de Esquel, se empiezan a multiplicar los puntos panorámicos desde los cuales el diverso paisaje chubutense se expone en todo su esplendor para ser percibido con la totalidad de los sentidos y registrado con todos los medios tecnológicos que se tengan a mano.

Completa el paisaje natural, la imponente arquitectura del lugar, marcada por la impronta de Alejandro Bustillo. En su longeva existencia, este profesional llevó adelante la obra de la Hostería Futalaufquen, cuya construcción puede admirarse como congelada en el tiempo y con un diseño cercano al Hotel Llao Llao y el centro cívico de Bariloche.

En Villa Futalaufquen se realiza una caminata por la zona más poblada del Parque Nacional Los Alerces, en un sendero de 300 metros en los que se pueden admirar pinturas rupestres de tres mil años en un alero rocoso.

Costeando el Lago, por la Ruta 71, al mediodía se avanza unos 30 kilómetros hasta llegar al Río Arrayanes, que conmueve las miradas con sus aguas turquesas. El río toma su nombre de las especies arbóreas que sobre sus costas, abrazan el paisaje con anchos y altos troncos con singular corteza color canela, hojas siempre verdes y flores blancas. Un puente colgante permite reconocer en las aguas semitransparentes, cardúmenes de truchas desovando en el lugar.

Zonas de transición, estepa patagónica, selva valdiviana y bosque andino se despliegan como sistemas vivos que conviven con toda su diversidad, integrando a los visitantes.

El otoño es el momento ideal para admirar desde adentro los cambios en la gama de colores del lugar, con los picos montañosos que explotan de nieve y los verdes que se amalgaman entre lengas, coihues y cipreses cordilleranos. Para completar el paisaje, la amplia variedad de aves, con carpinteros y chucaos; los huemules, pudúes, zorros y pumas son explicados en cuidada cartelería que proyecta la imaginación de los visitantes.

Puerto Chucao es de alguna manera el final del camino y el punto de partida de infinidad de nuevas aventuras en esta geografía tan peculiar. Un muelle sin más nos pone frente a la inmensidad del Lago Menéndez. De frente, el glaciar Torrecillas es un gigante con sus 1900 metros de altura. Más allá, esperando a los paseantes, el alerzal milenario, el abuelo, sigue vivo con sus más de 2500 años, en medio del Parque Nacional Los Alerces.

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