No hace falta ser un erudito o un historiador para saber, o al menos para intuir, que Asturias tiene una dilatada tradición culinaria. Porque la cocina, como cualquier otra rama del saber, no es ajena a las circunstancias de cada pueblo y de cada persona, y Asturias es una tierra de inquietudes amplias, y de inquietos con mucha sabiduría y resistencia. La misma que han tenido desde la prehistoria los “pre-asturianos” que sobrevivieron a glaciaciones y otros fenómenos naturales, a una orografía compleja, y al hambre y la necesidad… Y con fuerza y fortaleza, con valor e inteligencia fueron gestando una cultura nutricional y culinaria caracterizada por un fuerte arraigo natural y territorial. El resultado es una cocina resiliente y sobresaliente, y en toda esta cadena evolutiva y en toda esta historia hay muchos seres anónimos y otros no tanto, que han hecho posible que Asturias posea una de las cocinas más veraces y sanas de cuantas se hacen en el mundo.
Pues bien, entre tanto vaivén y descubrimiento, entre tanta lucha por la superación y gusto por el fogón, a lo largo del siglo XX Asturias evoluciona a gran velocidad y su sapiencia culinaria lo hace en paralelo, y es así como poco a poco la cocina hecha en Asturias adquiere rango de universalidad y tintes épicos. Es así como los encantos gastronómicos de Asturias se vuelven irresistibles para todo tipo de personas y personajes, provenientes de todas las latitudes. Es así como llegan los años 80 del siglo XX, y la eclosión culinaria que vive el vetusto Principado comienza a romper fronteras. Es así como nace al mismo tiempo el concepto de marketing gastronómico de destino, y lo hace de la mano de una histórica asociación, que será uno de los cimientos de Asturias Paraíso Natural: Fomento de la Cocina Asturiana.
Hace treinta y cinco años, en 1980, Fomento de la Cocina Asturiana surgía con el sueño de acercar la gastronomía de Asturias al mundo, y es lo que han hecho durante estas tres décadas y un lustro de vida. Las personas que la promovieron lo hacían con la f de fuerza, la c de convicción y la a de aperturismo, y quienes en la actualidad son dignos sucesores de aquellos pioneros mantienen vivo el “fuego” fundacional.
A día de hoy Fomento de la Cocina Asturiana está integrado por 11 cocineros y otros tantos restaurantes, que son su seña de identidad. A todos les une el amor por el arte culinario con nombre de autor, y el DNI de su cocina indica en todos los casos que es nacida en Asturias. La mayoría proceden de conocidas y arraigadas sagas culinarias familiares, y en todos los casos se han formado con los mejores chefs y empresarios gastronómicos. Entre ellos hay varios hermanos - como Javier y Laura Antón, o Isaac y Javier Loya del Río -, pero ante todo y sobre todo son un grupo de amigos y empresarios bien avenidos y que saben lo que traen entre manos.
Uno a uno, sin dejar ninguno
Javier Antón Riestra, del Restaurante Casa Conrado, capitanea con el “savoir faire” que le caracteriza la empresa gastronómica heredada de sus padres y abuelos, en pleno corazón de la capital asturiana, en los aledaños del casco histórico de Oviedo.
Luis Alberto Martínez Abascal, del Restaurante Casa Fermín, es un riojano de nacimiento, afincado en Oviedo por amor, el de su esposa María Jesús, con la que “fifty fifty” rige sabiamente los destinos del restaurante que fundara su suegro.
Pedro Morán Quirós, del Restaurante Casa Gerardo, pertenece a una de las sagas culinarias con más solera de toda la península ibérica y es hostelero en quinta generación y uno de los socios fundadores de Fomento de la Cocina Asturiana.
Juan Ramón Sánchez González, del Restaurante Del Arco, es otro caso de heredero vocacional, habiendo sabido recoger la savia empresarial y hostelera de su padre Ramón.
Abel Terente González, del Restaurante El Asador de Abel, es digno heredero de pioneros como los hermanos Cantón en La Gruta, sabiendo volar con éxito en solitario.
Laura Antón Riestra, del Restaurante Marisquería La Goleta, es la única mujer del grupo, pero de casta le viene la vocación, y más concretamente de su padre y de su abuelo, los archiconocidos Marcelo Conrado padre e hijo.
Isaac Loya del Río, del Restaurante Real Balneario, es miembro asimismo de una saga culinaria que se remonta a su abuelo Félix y su padre Miguel.
Juan Rivero Santamaría, del Restaurante Casa Tataguyo, vincula su nombre y su buen hacer a uno de los restaurantes con más solera del Avilés antiguo.
Roberto Riginelli Mochi, del Restaurante La Pondala, ha hecho de su casa y del gijonés barrio de Somió una referencia de la mejor cocina de la ciudad.
Rodrigo Roza Vigil, del Restaurante La Taberna del Zurdo, es una de las grandes referencias en España de la gastronomía en miniatura. Este ovetense, a quien la vocación no le viene de familia, es un genio de los pinchos.
Javier Loya del Río, del Restaurante Mestura, es otro talentoso e innovador chef, a quien la vocación le viene de familia, como a su hermano Isaac.
Y sin olvidar a los pioneros
En aquellos años 80 del siglo XX, que parecen tan lejanos, pero que están ahí a la vuelta de la esquina, había una serie de personas y de nombres ya inolvidables, con una extraordinaria confianza en sí mismos y en la tierra que los había visto crecer, que se anticiparon al sueño de un destino gastronómico de primera.
Evidentemente no tenían a su disposición ni internet ni redes sociales, pero manejaban como nadie el boca a boca, y la convicción de que poseían la mejor materia prima del mundo. La convicción de que ante una buena fabada o un arroz con leche de chuparse los dedos nada ni nadie podía competir… La convicción de ser herederos de una tradición de autenticidad ilimitada que los hacía fuertes en cualquier tiempo y en cualquier espacio.
Fueron pioneros de la cocina de autor, del marketing gastronómico y dejaron boquiabiertos a gastrónomos, periodistas y personalidades de medio mundo, y también a los ciudadanos de a pie, porque sobre todo eran personas honestas y humildes.
Y si de convicciones hablamos, al echar la vista atrás, tenemos una clarísima: la cocina asturiana no sería hoy lo que es sin nombres como Ernesto Cantón, de La Gruta; Pepe Cosmen, del Hotel Principado; Marcelo Conrado, de Casa Conrado; Luis Gil Lus, de Casa Fermín; Ramón Suárez, de Marchica; Fernando Martín, de Trascorrales; Félix Loya, del Restaurante San Félix, y su hijo Miguel; Rafael Secades, de la Fromagerie Babilonia, o Aurelio Fernández, del Restaurante La Serrana, entre otros.
Todos a una, un buen día se fueron a Madrid a celebrar unas jornadas de cocina asturiana, y allí empezó todo. Comenzaba el despegue exterior de la gastronomía astur allende las fronteras del Principado.
Muchos de aquella etapa ya se han ido, y de miembros fundadores queda el “resistente” Pedro Morán, muy joven entonces, que ostenta dos récords inhabituales en la gastronomía española: ser miembro fundador de la más antigua de las asociaciones gastronómicas de Asturias y estar en posesión durante 25 años consecutivos de una estrella Michelin - la que tiene desde el año 1990 hasta el momento actual -.
Erase una vez… Fomento de la Cocina Asturiana.
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