Por Yako Laus
Hace varias décadas – léase 1973 – se publicó un libro llamado “Yo, Pierre Riviére, habiendo degollado a mi madre, mi hermana y mi hermano...” en el cual el filósofo francés Michael Foucault daba cuenta de un caso ocurrido en la Francia de la Edad Media, en el que un joven –Pierre Riviere – asesina a sangre fría a su madre, a su hermana y a su pequeño hermanito.
El libro se compone de dos partes: las memorias del parricida escritas durante su estancia en la cárcel en las que cuenta de manera detallada, de puño y letra, los sucesos que acontecieron a lo largo de su vida familiar que lo llevaron a realizar semejante acto y los distintos alegatos presentados a lo largo del juicio por parte de familiares, vecinos, médicos, conocidos e incluso por los propios jueces. Lo interesante del caso, lo que lo vuelve un paradigma judicial y por el cual Foucault lo toma, es el hecho de que son los propios jueces quienes, luego de leer las memorias, deciden hablar con el rey para cambiar el veredicto. La elocuencia y la racionalidad con la que Pierre había escrito aquel texto, detallando con minuciosidad y coherencia cada uno de los pasos que lo llevaron a cometer aquellos asesinatos, convenció a los jueces que el hombre no debería ser tomado por loco sino por homicida, lo que alteraba sensiblemente la pena siendo reclusión perpetua y no la horca el destino del preso. En éste libro pensaba cuando terminé de ver la excelentísima obra de Sergio Blanco, Tebas Land.
Acá, en la obra, también hay un parricida. Pero aparte del parricida hay también un director de teatro. Un joven director, algo prestigioso, acomodado en la vida pero repleto de miedos, prejuicios y desconfianza, cuya misión es investigar al homicida con la finalidad de presentar una obra por encargo. En el escenario los protagonistas gozan de una química envidiable, siendo ambos parte fundamental de una trama que avanza dialécticamente, en la cual la deconstrucción del mundo conocido – para cada uno de ellos – se sintetiza en un nuevo mundo que ambos, de alguna manera, pasan a compartir. Entonces, ¿Qué es lo que pasa en la historia? Mientras el director profundiza su investigación a través de entrevistas con el preso, de forma no lineal vamos conociendo las distintas etapas por las que pasó el proyecto a la vez que vamos conociendo a ambos protagonistas: sus procedencias, sus recuerdos, sus deseos y sobre todo sus relaciones con ambas figuras paternas. Son tantas las aristas que se desprenden de ésta obra que bien podría ser considerada humanista, que resulta difícil enlistar todas y, sin embargo, creo que lo mejor sería hacer un pequeño repaso por alguno de los puntos centrales con el fin de convencerlos de que vayan a verla de forma urgente:
Se podría hablar de Foucault, no sólo en la forma honesta y coherente en que está narrado el parricidio, sino también acerca de su dispositivo carcelario basado en la lógica del panóptico que todo lo controla. La cámara de video utilizada sistemáticamente podría ser a la vez una herramienta y un símbolo de éste control total. Se podría hablar también de los derivados de una pregunta que el joven director se hace, que anota en su cuaderno y que obliga a una profundidad de análisis mucho más allá de lo evidente: "¿Cuándo se empieza a cometer realmente un parricidio?" De seguro filósofos, juristas y psicólogos brindarían respuestas totalmente diferentes la una a la otra. Se podría hablar también del reverso literario de esa pregunta que se hace el mismo personaje: "¿Cuándo se empieza realmente a escribir un texto?". Una pregunta igual de profunda a la que Henry Miller alguna vez intento dar respuesta diciendo que el texto se escribe, justamente, cuando uno no está escribiendo. Se podría hablar en términos teatrales con una ruptura sumamente inteligente de la cuarta pared. El público no deja de serlo, pero es un público activo y consciente, tanto en la cabeza de los personajes como en la de los espectadores mismos. Tanto que más de una vez alguno habrá de voltear la cabeza para ver qué ocurre detrás suyo. El manejo del tiempo con saltos temporales también resulta interesante y a la vez se adscribe en un tema de mucho mayor interés: La ausencia de límite o más bien, lo borroso de la línea que separa la realidad de la ficción: Charlas entre el director y el presidiario, entre el director y el actor que va a interpretar al presidiario y entre el director y el público se hilvanan con tal naturalidad y se trenzan la una con la otra de una manera tan sutil que no hay forma de no poner en tela de juicio a qué campo pertenece aquello que estamos viendo.
Se podría hablar de todo esto y sin embargo hay un campo que todavía no abordé y es casi el más trascendental de todos: la naturaleza política, de denuncia, la naturaleza clasista de la obra. Sergio Blanco no tiene ningún empacho en contraponer la vida de un joven nacido en la miseria cuya vida fue una cascada de consecuencias, todas derivadas del entorno y la realidad que le tocó en suerte; con la vida de un joven culto y relativamente acomodado que no parece haber sufrido la ausencia de alguna necesidad básica no cubierta. La forma en la que estos mundos se cruzan, lo que nos revela el preso en cada una de sus intervenciones es tan potente que como espectadores sufrimos en mismo proceso que el otro protagonista: Uno a uno van cayendo los ladrillos que forman nuestra pared de insensibilidad diaria dejándonos desnudos, emocionalmente al descubierto frente a un sujeto víctima de un sistema que tortura y exprime a los más desfavorecidos empujándolos hacia un abismo de sordidez generalmente compuesto de drogas y violencia sin detenerse siquiera a escuchar sus explicaciones.
Tal lo ocurrido con el Pierre de Foucault, para cuando alguno se dé cuenta de la validez de las palabras del desahuciado, quizá ya sea demasiado tarde....
FICHA TÉCNICA
Texto: Sergio Blanco
Actúan: Gerardo Otero, Lautaro Perotti
Escenografía: Gonzalo Cordoba Estevez
Iluminación: Ricardo Sica
Fotografía: Fabián Pol
Diseño gráfico: El Fantasma De Heredia
Asistencia de dirección: María García De Oteyza
Prensa: Marisol Cambre
Producción: Maxime Seugé, Jonathan Zak
Coach De Movimiento: Vivi Lasparra
Dirección: Corina Fiorillo
TIMBRE 4
México 3554 - Capital Federal - Buenos Aires - Argentina
Teléfonos: 4932-4395
Web: http://www.timbre4.com
Entrada: $ 300,00 - Sábado - 22:45 hs - Hasta el 30/06/2018
Entrada: $ 300,00 - Domingo - 19:00 hs - Hasta el 03/06/2018
Entrada: $ 300,00 - Domingo - 19:15 hs - Del 10/06/2018 al 24/06/2018
Entrada: $ 300,00 - Jueves - 20:30 hs - Del 05/07/2018 al 16/08/2018
Entrada: $ 300,00 - Domingo - 21:30 hs - Del 22/07/2018 al 12/08/2018