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Carne Argentina – Preludio para un Cyborg de las Pampas.


Me cuesta encontrar la calle Guevara. Soy un tipo ubicado, por lo general, pero a veces me paso de confiado y termino caminando erráticamente hacia la nada y debo recalcular. Siempre seré reacio al GoogleMaps. Se hace camino al andar, muchaches, en última instancia le pregunto a la peatonada. Claro, puede fallar, porque a medida que camino por Lacroze recibo pistas falsas, contradicciones, camino demás, vuelvo al mismo lugar. ¿Quién me viene a solucionar las cosas? Uno que con naturalidad saca el Maps y me ahorra los disgustos. Estoy a un rango de 7 cuadras de distancia del lugar.

Por fin encuentro al galpón Guevara. Me encuentro con G y nos invitan a pasar. Transitamos por un pasillo muy flashero con una puesta escénica que nos introduce a lo que parece ser un portal. Que lindo y que necesario que es entrar un portal, pienso. El papel metalizado cubre las paredes, una cámara nos toma y nos proyecta en una pantalla. Rollos y rollos de papel higiénico decoran la escenografía. El paisaje es tan bello como sombrío.

Carne Argentina es una puesta audiovisual poderosa que tiene como motor la danza. Cuatro perfomers con una capacidad casi ilimitada de expresión corporal se intensifican, en puro movimiento, con la luz y el sonido en un escenario amplio, que se amolda a su despliegue.


Con una apuesta muy fuerte a la metáfora y a la multiplicidad de sentidos, es una obra que mediante la fuerza y la energía de los actores sumadas a un fascinante trabajo escenográfico, logra hacernos entrar en un mundo desgarrador que tiene directas interconexiones con el nuestro.

Yo interpreto que es bajo un enfoque distópico, luego G presentará su desacuerdo. - ¿No estamos ya en un futuro distópico? - En lo que sí coincidimos ambos, es que el espectáculo les habla, o más bien les grita, o golpea, directamente a las masculinidades. Los varones hemos sido formados bajo un paradigma que ahora está en proceso de resquebrajamiento. Por las grietas del muro de la formación de nuestras subjetividades – la obra me recuerda permanentemente a The Wall – empezamos a ver la oxidación de los mecanismos por los cuales fuimos constituidos. ¿Hasta que punto se nos ha delimitado en nuestra forma de pensar, sentir, actuar y cual es la potencialidad que encerramos bajo las premisas de lo que supuestamente debemos ser?

En este mundo de exposición permanente, de reproducción e incremento exponencial de mecanismos de dominación e hipervigilancia, de competencia abierta y furibunda, de indiferencia e individualismo, se vuelve sumamente necesario poner sobre la mesa, o sobre el escenario, el hartazgo, la bronca, y encausarlas con la potencia transformadora de un costado humano que quiere, desde sus entrañas, despojarse de los parámetros establecidos. Retomar el valor del cuerpo que implosiona de deseo y anhela destruir el molde. ¿Qué mejor que la danza para sublimar la pulsión destructiva en medio de tantos encierros?

“¿Qué puede un cuerpo?” Es el título de una película de Camilo Blajaquis y, además, una pregunta sumamente poderosa. Se me viene a la mente porque pienso en cuánto puede resistir un cuerpo, y quizás una sociedad, el encierro de su propia potencialidad y los síntomas individuales y sociales que trae consigo aquella represión. ¿Hasta donde puede resistir esta masculinidad reproducida hasta el hartazgo?

Y también, ¿Hasta dónde llegaría esa potencialidad humana, corporal, tan erosionada por la educación, el sedentarismo, la creciente virtualidad que, progresivamente va construyendo un mundo exclusivamente cerebral, y las anquilosadas formas de ser y habitar que todavía persisten en el espacio en el que convivimos? “El alma es la cárcel del cuerpo”, dice invirtiendo los términos Foucault, y lo veo claramente mientras miro Carne Argentina.

Con G nos vamos compartiendo sensaciones y recorriendo las aristas que componen la obra. Buscamos las metáforas mientras pateamos en busca de una buena y merecida porción de fugazzeta rellena en alguna pizzería tradicional de la Chacarita. Es una obra que tiene mucho de experimental y apuesta fuerte a la posibilidad de abstracción de un espectador al cual no subestima ni le deja nada servido. Una obra para disfrutar, para pensar, para cruzar el portal, para dejarse llevar por lo sensorial y, que si después pinta salir a romper todo, nos organicemos.

 

 

 

FICHA TÉCNICO ARTÍSTICA

Dramaturgia: Patricio Diego Suárez
Performers: Ramiro Cortez, Diego Tuki Martínez, Javier Olivera Goycoechea, Lucas Yair Araujo
Objetos: Bicicleteria El Olímpico, Iván Silberstein, Luma
Diseño de vestuario: Rosi Díaz, Lucas Pisano, Patricio Diego Suárez, Aldana Varela
Espacio escénico: Patricio Diego Suárez
Diseño sonoro: Patricio Diego Suárez
Realización de vestuario: Rosi Díaz, Lucas Pisano, Patricio Diego Suárez, Aldana Varela
Realización Audiovisual: Eline Marx, Carolina Nicora
VJ: Marcelo "pinqui" Enriquez
Diseño De Iluminación: Matías Sendón
Fotografía: Carolina Nicora
Comunicación: Duche&zárate
Asesoramiento escenográfico: Melanie Waingarten
Asesoramiento técnico: Iván Silberstein
Asistencia general: Angela Babuin, Ana Belatti, Mariana La Torre
Asistencia de dirección: Angela Babuin, Mariana La Torre
Producción: Patricio Diego Suárez
Colaboración artística: Lucas Pisano
Co-producción: Galpón De Guevara, Casona De Flores, Georges Lewis
Dirección: Patricio Diego Suárez
Duración: 75 minutos
Clasificaciones: Danza, Presencial, Adultos

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