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Aruba brava

Hasta la luna sonríe en Aruba


La “Isla Feliz” es feliz más allá de los altos impuestos que pagan mes a mes los arubianos. Y más allá de depender casi exclusivamente del turismo (todo lo importan), posee uno de los niveles más altos de estabilidad social y económica de América. Aruba apuesta todo al turismo y saben cómo hacerlo.

Desde muy pequeños reciben una educación para la hospitalidad que incluye el aprendizaje de tres idiomas obligatorios en paralelo al papiamento, su lengua materna: holandés, español e inglés y un optativo que puede ser el francés. Esta hospitalidad que se respira en la Isla se traduce además en seguridad: es posible recorrer las calles de cualquiera de sus ciudades a toda hora sin sorpresas de ningún tipo, u olvidarse cualquier pertenencia en una de sus playas, que nadie se hará dueño de lo ajeno.

El clima también colabora con la felicidad en la Isla. Sus noches diáfanas con lunas brillantes y sus días con escasas probabilidades de lluvias se suman a la lista de atractivos turísticos que diferencian a este país caribeño del resto.

La venganza de los flamencos

¿Quién dijo que en Aruba hay flamencos? Los medios de comunicación se encargaron de promocionar a este destino como si se tratara de un paraíso salvaje de flamencos rosados, y la verdad es que solo una isla privada, la que pertenece al hotel Renaissance, posee 10 flamencos a los que les cortan los tendones de sus alas para que no vuelen y migren así a otras latitudes.

Aún en el siglo XXI, considerar que los animales pueden ser perfectos atractivos turísticos o complementos de un servicio que una cadena hotelera decide ofrecer, no solo es antiético sino que ilegal.

Si el turista quiere visitar verdaderas playas arubianas, sin flamencos, pero en las que se respeta el entorno, tiene muy buenas opciones: muy cerca de la capital se encuentra Eagle Beach, la más ancha del país y en la que es posible acampar; hacia el norte se encuentra Arashi Beach, ideal para hacer esnórquel; y hacia el sur Baby Beach, de aguas cristalinas y poco profundas.

Un amor en cada puerto

Una de las pocas cosas que Aruba tiene de similar con su madre patria, Holanda, es que la prostitución es legal. Recorrer la ciudad de San Nicolás, hacia el sur, es encontrar a cada paso burdeles en el que principalmente mujeres ofrecen sus servicios tanto a locales como a extranjeros.

Esta ciudad es además particular por sus murales artísticos que la llenan de vida y color. Aún en las siestas calurosas y desoladas que pueden hacer sentir al turista que se encuentra en un pueblo fantasma, estas pinturas y los bancos públicos azulejados se convierten en el alma del recorrido.

Más que romance, aventura

Aruba también puede ser aventura y riesgo si se visita el Parque Nacional Arikok. Esta reserva ocupa casi el 20% de la Isla y además de resguardar recursos minerales, animales y vegetales únicos, es el escenario de atractivos que pondrán a prueba los límites del turista: sumergirse en el vértigo que provoca asomarse a los acantilados de Boca Prins o vivir la adrenalina de ingresar bajo el vuelo de murciélagos a Fontein Cave o Quadirikiri Cave.

La actividad más riesgosa de todas es llegar en 4x4 a Conchi para luego descender a pie a la Piscina Natural, un estanque conformado por lava volcánica en una de las márgenes del mar. Acceder puede ser muy peligroso por el filo de las rocas que se deben escalar.

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