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Antofagasta de la Sierra: Actividades y circuitos para conocerla

En plena puna norteña, con alturas que varían entre los 3.500 y 5.000 metros sobre el nivel del mar, este destino ofrece paisajes inigualables, donde volcanes y montañas se mezclan sin solución de continuidad con lagunas y salares, surcados por caminos imposibles cuidados por vicuñas, llamas y flamencos.
Para llegar a Antofagasta de la Sierra es necesario desviarse 222 kilómetros desde la mítica ruta 40, a la altura de El Eje. Luego de recorrer una ruta mayoritariamente asfaltada se llega hasta este poblado de 1.400 habitantes, donde el turista puede encontrar todas las facilidades. Desde alojamientos en casas de familia hasta hosterías, la localidad funciona muy bien como base para recorrer los principales circuitos.
Pómez, un lugar único en el mundo
Se recomienda iniciar por el circuito que incluye la visita al Campo de Piedra Pómez, el atractivo más conocido del lugar. El consejo se basa en que es el más corto y el que está a menor altura, por lo que puede ser bueno para ir aclimatándose al lugar.
Desde la localidad de Antofagasta de la Sierra se sale hacia el sur por la ruta provincial 43, hasta una salida que ya anticipa lo que vendrá: un camino de tierra que se aproxima hacia la zona del Carachi Pampa, uno de los 233 volcanes que vigilan la región. Habrá que acostumbrarse. A partir de allí el asfalto será una cuestión del pasado hasta nuestro regreso a casa.
Tras media hora de recorrido se llega hasta una laguna cuidada por algunos ejemplares de flamencos. El panorama incluye también montañas de colores y un agua rojiza por los minerales que componen la base del espejo de agua. Aparecen también algunos amarillos, resultado del azufre disperso en el área.
El vehículo vuelve a poner primera y enfila hacia un gran mar blanco que se ve a lo lejos. El Campo de Piedra Pómez espera.
Se trata de un paisaje natural que no registra antecedentes en otras latitudes. Bien podría servir de escenografía para alguna película del espacio, porque deambular entre sus formaciones es lo más parecido a caminar en la luna: sus 76.000 hectáreas están moldeadas por antiguas erupciones volcánicas y su posterior erosión.
La salida es a través de el poblado de El Peñón, donde también es posible dormir y probar algún plato tradicional, como tortilla de quinoa o algún corte de llama.
Un salar con mucho para contar
El segundo circuito tiene como principal atractivo inmergerse en el Salar de Antofalla, que se extiende por 163 kilómetros en una estrecha cubeta a lo largo, desde el suroeste hasta el noreste.
El camino hasta allí es nuevamente un sueño hecho realidad, con cerros de colores que se suceden en los cuatro puntos cardinales, tropillas de llamas que posan como modelos y vistas inigualables de la Cordillera de los Andes.
Al mediodía se arriba al pueblo de Antofalla, que tiene la particularidad de ser gobernada por la comunidad originaria “Kolla Atacameña”. Se puede comer allí en alguna de las casas que aún sobreviven al paso del tiempo, lo mismo que visitar la pequeña iglesia, que data de 1937.

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