Antes de pertenecer a los pueblos más bonitos, en Anento había un albergue, dos casas de turismo rural y un restaurante que daban servicio a los 2.862 visitantes al año que recibió, por ejemplo, en 2014.
Después, gracias al tirón que supuso entrar en esa lista, se abrió un hostal y una gastroteca, se incrementó la capacidad del albergue “y ahora Anento ofrece 116 plazas de alojamiento y cuenta con 97 vecinos en su censo”, explica su alcalde, Enrique Cartiel, a Efeagro.
Ya ese mismo año, 2015, “contabilizamos 9.814 visitantes y en 2019 la cifra ascendió a 26.498, pero es que en 2020, año de pandemia, recibimos 22.874 visitantes”, añade el alcalde, quien puntualiza que además hay una oficina de turismo y guía para la ruta de los senderos, “que está preparada para discapacitados”.
Pero la promoción no habría servido de mucho si en Anento no hubiera habido materia prima, unos vecinos volcados en darle vida a su pueblo y un consistorio con ideas y con ganas de trabajar.
Retablo de la iglesia de Anento. Efetur/Asoc. Pueblos más bonitos España
Y esta localidad tiene materia prima de sobra; es un pueblo medieval rodeado de unos “recursos naturales impresionantes”, ubicado en un frondoso valle cuya vegetación permanece inalterable gracias al manantial ‘Aguallueve’, “que no deja de manar nunca”, indica Cartiel, que además de alcalde es el primer morador de esta segunda vida del pueblo.
Se instaló en Anento con solo 25 años, cuando él junto con su grupo de amigos lograron que la Diputación acometiera las obras de la iglesia, que se estaba hundiendo y tenía (y tiene) un retablo de enorme valor, porque “o había alguien viviendo o no la arreglaban”.
El antes y el después de Anento
En los años 60-70, que es cuando comienza la despoblación del pueblo, Anento tenía 360 vecinos censados que vivían de la ganadería y la agricultura en una localidad sin agua corriente ni alumbrado público y apenas comunicado con una carretera que finalizaba a 200 metros del pueblo.
Si llovía, la tromba de agua que corría por una rambla junto al pueblo lo aislaba por completo. Todo ello y el espejismo de la vida en la ciudad empujó a salir hasta al pastor, “que era el único que pasaba por aquí, pero vivía en un pueblo cercano”, cuenta.
El alcalde de Anento, Enrique Cartiel. Efetur/Asoc. Pueblos más bonitos de España.
Así permaneció durante al menos diez años, hasta que se instaló Enrique y después fueron llegando sus amigos, un grupo de jóvenes que tenían relación con Anento porque habían pasado algún verano allí y que, después de ganar las elecciones, constituyeron un Ayuntamiento con una media de edad de 21 años.
Enrique tenía 25 años entonces y ha pasado este tiempo empeñado en devolver la vida a este pueblo con una apuesta clara desde el principio: el turismo.
“Lo primero que hubo que hacer fue pavimentar las calles, que eran de tierra, y se homogeneizaron los colores de las fachadas de las casas, todas de madera y piedra”, recuerda Cartiel, quien añade que afortunadamente no había ninguna edificación moderna que rompiera la estética medieval del pueblo.
Se limpió la rambla, que se había convertido en un vertedero de basuras y escombros; se acometió la traída del agua corriente y el alumbrado, y después el Ayuntamiento construyó un albergue en una nave que no se utilizaba”; lo atendían voluntarios y así se obtenían recursos para las obras que necesitaba el pueblo.
Mirando al futuro
Y ahora “este es un pueblo con futuro”, asegura su alcalde, pero para que los jóvenes y los niños se asienten aquí se precisan herramientas como la banda ancha o la fibra: “La pandemia nos ha abierto los ojos en muchos aspectos; mucha gente vendría a vivir si hubiera internet con capacidad para poder trabajar”.
Cartiel, fontanero de profesión pero actualmente bombero “porque me permite más dedicación al Ayuntamiento”, tiene muchos proyectos, pero se precisan ayudas y pide que para calcularlas “se tenga en cuenta la población flotante, es imprescindible para localidades que viven del turismo”.
Concierto al aire libre en Anento (Zaragoza). Efetur/Asoc. Pueblos más bonitos España
“Necesitamos infraestructuras como aseos públicos para uso de los visitantes, algún lugar cubierto en el que poder celebrar los muchos eventos culturales y deportivos que organizamos, sin tener que estar mirando si el cielo amenaza agua, y queremos reconvertir un edificio que tenemos en la plaza en restaurante-panadería-tienda, para dar servicio no solo a los turistas, también a los vecinos”, explica.
Y, sobre todo, necesitan acometer acciones para evitar la masificación los fines de semana “y no morir de éxito”.
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